jueves, 10 de noviembre de 2011

Una lectura de América Profunda


La investigación sobre el sujeto americano en América Profunda

(Una lectura de América Profunda de Rodolfo Kusch)


Aclaración: El siguiente escrito tiene como base una conferencia dada en Campos del Psicoanálisis (Martínez) en la primera mitad del 2009. Se trata en lo fundamental de una lectura de América Profunda. Como es usual decir en estos casos, el estilo del texto conserva su primera enunciación oral

El trabajo siguiente es simplemente la exposición del libro de Kusch América Profunda. La finalidad es hacer una lectura más detenida del texto. De hecho supone que ustedes ya lo han leído o lo están leyendo.
A lo largo de la exposición remitiré a distintos párrafos del libro. De América Profunda conozco cinco ediciones: la primera es de 1962, editada por Hachette, la segunda y tercera fueron editadas por Bonum en 1975 y 1986 respectivamente, la cuarta por Biblos en 1999 y la quinta en unas supuestas Obras Completas (que no lo son) por la Fundación Ross. Pongo en cursivas los términos de Kusch. Hago las citas por la edición de Bonum de 1975 y, como la supongo hoy bastante difícil de hallar, por la de Biblos. Así AP p. 5/19 significa p.5 en Bonum, p.19 en Biblos.
El libro recibió, ha poco de ser editado, dos distinciones: faja de honor de la S.A.D.E (1962) y mención de honor del Consejo del Escritor (1963).
A lo largo de la charla iré mencionando algunos de los contextos intelectuales del libro. No voy a relacionarlo en cambio directamente con su contexto sociopolítico. Pero no estaría mal que ustedes recuerden que de 1958 a 1962 se desarrolló la presidencia de Arturo Frondizi. En ella, creo yo, podemos ubicar dos grandes debates: el lugar del peronismo en la escena política argentina y los planes de industrialización y modernización de la Argentina promovidos bajo el concepto del desarrollismo.       Uno y otro están emparentados ya que el segundo quiere ser una superación de la antinomia peronismo-antiperonismo.
Sabemos que ninguno de los dos pudo ser resuelto bajo la presidencia de Frondizi a la que apostaron tantos intelectuales que vieron en él al verdadero gobernante ilustrado. La Argentina prolongaría su agonía.
Esta obra de Kusch, y su insistencia en la América Profunda, habría que ponerla con este telón de fondo, cualquiera sea el mensaje que creamos que nos deja.
En el desarrollo de la exposición iré siguiendo las grandes articulaciones de la obra tal como ustedes pueden encontrarla en el índice del libro. Previo a ello, si me permiten, quiero presentarles una visión de conjunto de estas articulaciones y decirles lo que pretendemos hacer en forma general.

 Explicitación del esquema de América Profunda


El libro consta de un exordio, una introducción y tres partes que se denominan cada una “libros”: Libro I: la ira divina / Libro II: los objetos / Libro III: sabiduría de América. Cada “libro” tiene diversos subtítulos o capítulos.

·        Exordio e Introducción. Clarificaremos las intenciones del autor, las conclusiones que adelanta, su metodología, sus referencias a otras obras y el contexto intelectual de la obra dentro del ensayo argentino y del pensamiento epocal, los recursos de lenguaje que pone en juego y algunas categorías que organizan su discurso tales como: sabiduría y ciencia, hediento y pulcro, indígena e inmigrante y fagocitación.
·        Libro I. Bajo el título La ira divina Kusch pretende exponernos la cosmovisión que cree encontrar en los antiguos pobladores de América. Lo hace fundamentalmente analizando la obra de Joan de Santa Cruz Pachacuty Yamqui Salcamaygua titulada “Relación de antigüedades deste reyno del Piru”, redactada hacia 1613. Luego pretende confirmar sus conclusiones a través de otras fuentes. Haremos una breve referencia a las fuentes de Kusch y a su grado de pertinencia para sus propósitos. En función de nuestros propios intereses importa sobre todo la última parte titulada “Definición del ‘mero estar’”. Trataremos de explicitar sus conceptos fundamentales, tales como: ira divina, mundo y azar, miedo y desamparo, estar.
·        Libro II. En el enfoque aparentemente dualista que, siguiendo una larga tradición del ensayo argentino y latinoamericano, estructura la obra aquí se presenta lo que brevemente podemos llamar “el mundo del ser alguien”. Tal cosmovisión alcanzaría preponderancia con la modernidad europea y se trasladaría a América a partir de la conquista. Qué pierde y que gana el hombre en esta experiencia es lo que analizaremos bajo conceptos tales como: ciudad, objetividad y objetos, moralidad, técnica y útil, historia y prehistoria, etc.
·        Libro III. Este libro intenta poner en movimiento los conceptos previamente ganados, hace una especie de síntesis o balance de la interacción de los mismos que Kusch denomina “fagocitación”. De tal modo que el sujeto americano queda configurado por esta interacción. Es bueno que tengamos siempre esto presente. La reflexión de Kusch no es simplemente la de un arqueólogo o un antropólogo que exhuma una forma de pensar (la forma de pensar indígena o americana, para decirlo rápidamente) sino que es la consideración de un filósofo que reflexiona sobre nosotros mismos; por ello su teoría (visión) pretende abarcar, citando sus palabras, “a blancos y pardos”. De allí que su sujeto (el hombre americano) no está caracterizado simplemente  por el pensamiento que hunde sus raíces en la América originaria  sino también por lo que él llamó “el hombre del ser alguien”. Rastrear esta doble constitución del sujeto y su interacción, que explica para Kusch la vida en América, es el objetivo de nuestro trabajo.
Comencemos nuestro trabajo. Vayamos al comienzo de América Profunda.

Exordio

Kusch señala (p.5/19) lo que podemos llamar la finalidad del libro: la definición exacta de lo americano... las categorías de un pensar americano.
¿De dónde le viene a nuestro autor esta preocupación por definir ciertas categorías o formas de lo americano? No nos referimos aquí a las motivaciones psicológicas, aquellas que pueden ser inscriptas en la biografía de un autor, sino a las motivaciones que podemos llamar culturales, de tradiciones intelectuales o intereses epocales[1] Sin pretender ser exhaustivo en esto, ya que siempre son posibles explicaciones o perspectivas diferentes, quiero señalar dos. Una: el ensayo “sobre lo que somos”, es decir una larga tradición intelectual argentina y latinoamericana que trata de indagar en las características propias de nuestras sociedades, en qué estas nos diferencian de los europeos, en cuáles son nuestras perspectivas a partir de ello, nuestras riquezas y pobrezas o si quieren: nuestros fracasos y posibilidades. Esta tradición que toma la forma harto lata del ensayo se alimenta por supuesto de muchos elementos tomados de la historia, la sociología, la geografía, la literatura y cualquier otro elemento que en diversas épocas los pensamientos dominantes (lo que podemos llamar la historia intelectual) consideran significativo, es decir, que tiene poder para explicar nuestra situación. Dos: la recepción del pensamiento heideggeriano en particular (el que aparece expresado en Ser y tiempo) y existencialista en general, es decir aquella filosofía que quiere poner el acento en la existencia humana, en su situación concreta. No es que esta segunda motivación esté separada de la primera, simplemente la diferenciamos para destacarla, para mostrar una motivación que viene directamente desde la filosofía en el pensamiento de Kusch. Refirámonos brevemente a estas dos motivaciones.

a) El ensayo “sobre lo que somos”.

Si este ensayo recorre toda la tradición intelectual de América Latina a mí me interesa personalmente marcar su presencia en la Argentina. Podemos tomar como un ejemplo de esta preocupación una cita del libro de Sarmiento  Conflicto y Armonías de las razas en América (1883) muchas veces señalada:

“Es acaso ésta la vez primera que vamos a preguntarnos quiénes éramos cuando nos llamaron americanos, y quiénes somos cuando argentinos nos llamamos.
¿Somos europeos?- ¡Tantas caras cobrizas nos desmienten!
¿Somos indígenas?- Sonrisas de desdén de nuestras blondas damas nos dan acaso la única respuesta.
¿Mixtos?- Nadie quiere serlo, y hay millares que ni ameri­canos ni argentinos querrían ser llamados.
¿Somos Nación? - ¿Nación sin amalgama de materiales acu­mulados sin ajuste ni cimiento?
¿Argentinos? - Hasta dónde y desde cuándo, bueno es darse cuenta de ello.
Ejerce tan poderosa influencia el medio en que vivimos los seres animados, que a la aptitud misma para soportarlo se atribuyen las variaciones de razas, de especies y aun de género.
Es nuestro ánimo descender a las profundidades de la composición social de nuestras poblaciones; y si por medio del examen hallásemos que procedemos de distintos orígenes, ape­nas confundidos en una masa común, subiríamos hacia las al­turas lejanas de donde estas corrientes bajaron, para estimar su fuerza de impulsión, o la salubridad de las aguas que las forman, o los sedimentos que arrastran consigo.” (op.cit. Prolegómenos ¿Qué es la América?)

El libro “canónico” o ejemplar en Argentina sobre este tema es ciertamente Facundo. Civilización y barbarie (1845). Es un alegato a favor de la civilización aunque su héroe, a través de un recurso que es el expresivismo romántico, es un bárbaro: Facundo.
El texto maneja  un esquema dualista para interpretar la realidad argentina. Esquema dualista que se repite constantemente en el ensayo de “lo que somos”. Los conceptos básicos de tal esquema son ciertamente los que pasan por la parte final del titulo: Civilización y barbarie[2]. Que este tipo de antinomias se mantiene en el título de publicaciones da cuenta por ejemplo en Francia del siglo 20 el título de una publicación francesa: Socialismo o barbarie. Pero aquí lo que nos interesa es que la antinomia civilización-barbarie se repite en el ensayo de “lo que somos”.
Para observar la antigüedad del esquema dualista para interpretar la realidad argentina podemos citar un texto de las Memorias del General Paz: “No sería inoficioso advertir que esa gran fracción de la República que formaba el Partido Federal no combatía solamente por la mera forma de gobierno. Pues otros intereses y otros sentimientos se refundían en uno solo para hacerlo triunfar.  Primero: era la lucha de la parte más ilustrada contra la porción más ignorante. Segundo: la gente del campo se oponía a la de las ciudades. Tercero: la plebe se quería sobreponer a la gente principal. Cuarto: las provincias celosas a la preponderancia de la capital, querían nivelarla. Quinto: las tendencias democráticas se oponían a las miras aristocráticas y aún monárquicas. Todas estas pasiones, todos estos elementos de disolución y anarquía se agitaban con una terrible violencia, y preparaban el incendio que no tardó en llegar.” José María Paz, Memorias.  1839 – 1854
Ciertamente este dualismo básico de civilización y barbarie en el Facundo se multiplica en otros dualismos que hacen avanzar el texto en su desarrollo y al mismo tiempo complejizan su sentido: así:  campaña y ciudad / Córdoba y Bs.As. / Facundo y Rosas, etc.
El libro no sólo ha dado estos esquemas al tipo de ensayos mencionado sino también cierto estilo literario o recursos expresivos: se muestran los conceptos a través de figuras, intuiciones o pinturas. Ellas refuerzan  con mayor fuerza expresiva el desarrollo conceptual del texto. Para tomar un ejemplo de la literatura filosófica en la cual este recurso se hace presente podemos hacer referencia a la Fenomenología del Espíritu de Hegel con sus figuras tan conocidas del señor y el siervo, la conciencia desgraciada, el alma bella, etc. Este estilo de escritura donde lo figurativo oculta lo conceptual alcanza ciertamente una cima en la filosofía europea en el Zaratustra de Nietzsche.
No es mi intención seguir la historia del ensayo sobre “lo que somos” ni en la Argentina (donde en el siglo 20 el libro Radiografía de la pampa (1933) de Ezequiel Martínez Estrada puede servir como el ejemplo más representativo o por lo menos más conocido) ni en América en general (Alcides Arguedas, Francisco García Calderón, José Vasconcelos, Pedro Henríquez Ureña, Franz Tamayo, Manuel Gonzalez Prada y tantos otros sin olvidar a los “viajeros”, es decir aquellos que desde fuera de América Latina hicieron reflexiones sobre ella, tales como Ortega y Gasset, Waldo Frank o Hermann de Keyserling.)
Y me he referido solamente a algunos nombres de tal tipo de ensayo que abarcan desde principios del siglo 20 hasta mediados del mismo, es decir hacia la época que encontramos a Kusch como escritor. Tanto hacia delante como hacia atrás podrían citarse muchos otros.
Por ello cuando afirma Kusch, utilizando un tópico usual en este tipo de literatura, como es el de los pocos libros que hay sobre esta temática: la falta de antecedentes serios en este terreno del pensar americano (p.8/21) -y cita como ejemplos o guías a Martínez Estrada, Bernardo Canal Feijoo (Teoría de la ciudad argentina, 1951), Carlos Astrada (El mito gaucho, 1948) o a Félix Schwartzmann (El sentimiento de lo humano en América, 1950-53)[3]- dice y no dice una verdad. El ensayo “sobre lo que somos” abarca una bibliografía bastante poblada, aún cuando excluyéramos de ella aquellos textos que podrían estar en desacuerdo con Kusch y no servirle como guías (desde Facundo de Sarmiento, Nuestra América de Carlos Octavio Bunge o Pueblo enfermo de Alcides Arguedas). Pero ciertamente el ensayo “sobre lo que somos” es casi siempre marginal en nuestros programas educativos o en el imaginario social dominante. Las sociedades latinoamericanas desconocen, hablando en general, a sus propios pensadores.
Y ya que de nombres de autores estamos hablando presentemos algunos otros que aparecen en este Exordio. Así nombra como aportes para encontrar un sentido en el mundo precolombino a José Imbelloni (1885-1967), italiano radicado en la Argentina, uno de los propulsores de la antropología en nuestro país, cuyos trabajos sobre el área andina son citados por Kusch. Al novelista y ensayista peruano José María Arguedas (1913-1969) que refleja en su obra el mundo indígena andino y el conjunto de tensiones y conflictos que surgen en su relación con la cultura urbana del Perú de origen europeo. Sus novelas más conocidas son Los ríos profundos y Todas las sangres, pero en toda su obra puede observarse la valoración del ser indígena, de sus lenguas prehispánicas, de su mundo místico y mágico y de los conflictos que desgarran al Perú en el encuentro de sus diversas raíces culturales. Y al historiador y antropólogo peruano Luis Eduardo Valcárcel y Vizcarra (1891-1986). Fue docente, periodista, fundador y director de museos de arqueología y antropología. Fue un estudioso de la historia andina anterior a la conquista española y (esto es importante para el pensamiento de Kusch) se preocupó en mostrar la continuidad del campesino andino con el antiguo habitante del imperio incaico.
Hechas estas aclaraciones eruditas volvamos a nuestro tema y veamos la otra fuente donde nos parece encontrar el interés de Kusch por buscar las categorías de un pensar americano: la fenomenología de Heidegger.

b) Los existenciarios de Heidegger.

Es sabido que el existencialismo fue una corriente de pensamiento que puso la existencia concreta del hombre en el centro de su filosofar. Oponiéndose a la tradición, en la cual creía ver intereses diferentes (la razón, el conocimiento, el ser, lo divino, etc), quiere partir de la descripción del hombre en su situación concreta en el mundo. Así nos dice Otto Pöggeler como se entendió la tarea de Heidegger en sus comienzos: “los que también filosofaban consideraron que la nueva dirección en que Heidegger llevó a la fenomenología se caracterizaba ante todo por el hecho de que Heidegger interpretaba el yo trascendental [esto es: al “yo” de Husserl] como existencia. Cuando Heidegger define a ese yo como existencia, eso quiere decir que ese yo no es un puro ver que se realiza en una persona filosofante que está sentada en el escritorio; este yo es un hombre, que aunque también pueda entregarse a la teoría pura, de ordinario manipula las cosas en la praxis cotidiana, que tiene que entenderse con otros hombres, que se siente llamado por el llamado de la conciencia y que siempre mientras vive, está frente a su muerte, un hombre que se preocupa y que tiene miedo y angustia, un hombre finito y temporal que vive históricamente, un hombre en una situación muy determinada. Y que todo esto: cura, praxis, conciencia, angustia, muerte, historicidad, situación, no es, según Ser y Tiempo nada que se pueda dejar por cuenta exclusiva de las preocupaciones personales de los hombres sino que algo que es de suma importancia también desde el punto de vista filosófico ...” [4]
Para ello Heidegger hecha mano de la fenomenología (método que intenta describir lo que observa sin preconceptos), lo que se manifestará en el lenguaje que usa: así al útil lo denominara “ser a la mano”, a las cosas “ser ante los ojos”, al hombre “ser o estar ahí”, etc.[5]
Heidegger quiere presentar categorías válidas para todo ser humano, un análisis de la subjetividad que no interprete al hombre desde categorías aplicadas a las cosas. A tales categorías las denominará “existenciarios”.
Lo mismo va a intentar Kusch para el sujeto americano. Y si bien lo podemos ver inscripto en la preocupación heideggereana de llevar adelante una fenomenología del existente (humano) concreto (que tal fue una de las primeras lecturas epocales de Ser y Tiempo), busca beber en otras fuentes y horizontes. Ya que las preguntas de un lector americano de Ser y Tiempo eran: ¿qué valor tienen tales categorías para el hombre americano? Y si no tienen la misma validez ¿por cuales debemos reemplazarlas? Lo interesante del caso es que a partir de estas fuentes propias para el sujeto americano, hay también en Kusch un intento de universalizarlas.
Personalmente creo que el diálogo con Heidegger es constante en Kusch y es más profundo que lo que ha veces se supone. Por una parte pareciera que se inspira en el filósofo alemán o que filosofa en el surco abierto por él aunque no lo nombre, pero de hecho muchas veces que hace referencias a él es para criticarlo e incluso diría, para suplantarlo. Es decir uno encuentra paralelismos entre uno y otro pensamiento en los cuales al mismo tiempo se quiere marcar una diferencia. Así pareciera que Kusch describiría mejor que es “estar en el mundo” que Heidegger o que el “olvido del ser” heideggereano queda opacado por “el olvido del estar”, etc.
Me repito: se ha dicho que Kusch disiente con Heidegger porque no encuentra en América ciertas categorías heideggereanas, categorías que el pensador alemán, con el gesto habitualmente universalizante del pensador europeo, aplica al hombre en general. Pero, agrego, en Kusch hay también, a partir de la situación americana, intentos de universalización de su pensamiento. Por ello es posible descubrir en sus escritos una polémica “sorda” (en sordina) con Heidegger, más allá de las referencias explícitas a él.
Por otra parte muchos conceptos heideggereanos que Kusch “hecha por la puerta”, por decirlo de alguna manera,  vuelven a entrar “por la ventana” .
Por ej. en PIPA (p.20)[6] Kusch critica el concepto de Da-sein porque lo entiende como el de un ser caído en una situación; dice que es el sentimiento de una clase media alemana venida a menos por la posguerra y que Heidegger intenta “levantar” con su concepto de vida auténtica. Pero que un indígena del altiplano no sentirá la caída de ningún ser y que su vivencia de “estar en el mundo” se expresará mejor con el termino aymara utcatha que implican las ideas de “amparo y germinación”. Pero el concepto de “amparo y germinación” puede relacionarse con el segundo Heidegger, por ejemplo en la Conferencia “Construir, habitar, pensar” en que habla de que el hombre mora en el Cuadrado de la Tierra, el Cielo, los divinos y los mortales, etc.
Incluso uno podría llevar la semejanza-diferencia Kusch-Heidegger a otros terrenos. Vattimo señala en su libro Introducción a Heidegger que los estudios de este autor anteriores a Ser y Tiempo de autores religiosos (San Agustín, el Nuevo Testamento, Kierkegaard) le permiten contraponer las categorías abstractas de la filosofía y el espíritu viviente. También Dilthey le sirve para el mismo fin. En Kusch también hay una contraposición entre las categorías abstractas académicas y el sujeto americano. Y en América Profunda vemos que comienza por el estudio de la religión del área andina. En forma más general si para el filósofo alemán los esquemas conceptuales elaborados a lo largo de la historia de la filosofía que nos determinan son insuficientes para pensar el fenómeno de la vida y de la historia, para el filósofo argentino los esquemas conceptuales recibidos de la filosofía europea son insuficientes para pensar el fenómeno de la vida americana.
En definitiva podemos decir que Kusch hace una asunción creadora de Heidegger y no se limita simplemente a repetirlo adosándole simplemente algunas críticas. En lo concreto que venimos comentando queremos simplemente señalar que la búsqueda de categorías de pensamiento americanas guarda cierta relación con los existenciarios heideggereanos.
Señalemos, para conectar ambas motivaciones en la obra de Kusch (tradición de lo que somos y fenomenología) que la idea de relacionar reflexión filosófica y mundo histórico-cultural es una preocupación de época. Así, por ejemplo, Ortega y Gasset en 1910 ya declaraba que buscaba “la interpretación española del mundo”[7], lo cual concordaba ciertamente con su idea de que el hombre es tal en su circunstancia y que no es posible hablar y pensar a aquel (el hombre) ajeno a esta (la circunstancia o situación en la que se halla).

c) Podríamos agregar un tercer elemento a tener en cuenta para entender esta preocupación por comprender las características de lo americano. Podemos encontrarlo en autores que ocupados en describir lo social consideraron las características culturales. Nombramos algunos de ellos que ciertamente tendieron a conformar las búsquedas de Kusch por esa época:
Citemos en primer lugar el nombre de Lucien Lévy-Bruhl (1857-1939) En La mentalidad primitiva (y otras obras) plantea que la sociedad primitiva tiene una mentalidad completamente distinta a la de la sociedad civilizada. La diferencia no es de lo simple a lo complejo sino de estructuras diferentes. El hombre primitivo tiene una mentalidad prelógica, una forma de pensar que no se halla sometida a la ley de contradicción sino que admite la identidad de seres contrarios gracias a una ley de participación. Una de las primeras cosas publicadas por Kusch, siendo todavía estudiante, es justamente una reseña al libro de Lévy-Bruhl citado, en la revista Logos de la Facultad de Filosofía y Letras.[8] Allí señala el interés de obras como la de Lévy-Bruhl para los estudios sobre América.
Hablando en forma general creo que se encuentran presentes en el pensamiento de Kusch todos aquellos pensadores, fundamentalmente alemanes, que a fines del siglo 19 y comienzos del 20 se ocuparon del tema de la cultura. No sólo pueden rastrearse elementos nietzscheanos en Kusch, como tantas veces se ha dicho, sino también el de otros pensadores que, famosos en su época, han sido, ya porque recibieron múltiples críticas ya por cualquier otra razón, poco tenidos en cuenta en tiempos más actuales, aún cuando ellos mismos han contribuido a formar, ya por acción ya por reacción, nuestra actualidad.
Podemos así nombrar a Oswald Spengler (1880-1936) quien afirmaba que cada cultura individual posee un “alma” única o estilo propio y que ello tenía que ver con el modo de vivir el espacio. Su  idea biologísta de la cultura (cada cultura desarrolla un ciclo biológico de nacimiento, crecimiento y decadencia) también puede rastrearse en América Profunda.[9]
A Georg Simmel (1858-1918) quien plantea en El alma y las formas un desfasaje entre subjetividad y objetividad, entre la cultura y la vida. La vida es siempre fluyente mientras que la cultura es una forma o concreción de ella. Si bien hay en ciertos momentos una correspondencia vida-cultura, el fluir que es la vida termina por erosionar tal correspondencia. La cultura entonces se esclerotiza, no es más que una seudoestructura vaciada de sentido. El alma viviente ya no se expresa en ella y debe buscar nuevas formas.[10] A Eduard Spranger (1882-1963) que liga el tema de los valores a las distintas formas de vida y cultura o concepciones del mundo y cuya obra Die Probleme der Kulturmorphologie (1936) fue traducido bajo el título Ensayos sobre la cultura en Bs.As. (1947) y que Kusch cita en América Profunda (Libro III, p.158).
Podemos citar aún a otros autores. Así a Alfred Weber (1868-1958, hermano de Max Weber) y su idea de una “sociología de la cultura” y una sociología histórica; a Leo Frobenius (1873-1938) representante de la escuela difusionista en antropología; a Hans Freyer (1887-1969) ocupado en una filosofía de la cultura; a Max Scheler (1879-1928), cuya obra Die Wissensformen und die Gessellchaft (Formas de conocimiento y sociedad, 1926) fue traducida al castellano en 1937 como Sociología del conocimiento y es citada por Kusch.
Si los he cansado con esta lista de nombres ha sido para considerar lo siguiente:
a) en general Kusch cita a autores que ocupándose de lo social y la cultura no dejan de tener rasgos filosóficos o, si se quiere, son llamados filósofos sociales. b) la mayoría pertenecen al área cultural alemana, aunque no exclusivamente. c) el pensamiento de la mayoría de ellos nace a fines del siglo 19 y llega a mediados del siglo 20. Es decir, son autores que cuando Kusch escribe América Profunda ya han escrito la mayor parte de su obra sino toda. d) son autores influidos por la fenomenología y por lo que se llama, latamente, filosofía de la vida. Carlos Pagano los llama, entiendo que despectivamente, “culturólogos alemanes”  (Pagano, 211; GHA, 84[11] y pretende minimizar su presencia en la obra de Kusch a favor de una aprehensión pura (es decir sin presupuestos) del mundo americano. Sin embargo esta tradición está claramente presente en Kusch, sobre todo como veremos, en el libro II de su obra. Es desde donde Kusch se abre a lo americano, lo que le sirve de soporte.

Prosigamos entonces con nuestra lectura del texto con el que se abre América profunda:
Después de hacer una referencia a su libro anterior, La seducción de la barbarie (1953) donde dice haber analizado lo americano a partir de una intuición del paisaje, nos dice ahora que numerosos viajes al altiplano y la investigación sobre la religión precolombina de las áreas culturales quechua y aimará[12] le dan la pauta de que había hallado probablemente las categorías de un pensar americano.
Si el primer camino es el del escritor que a través del paisaje americano sigue en cierto modo las huellas de Sarmiento-Martinez Estrada (con toda la importancia que el ensayo sobre “lo que somos” dio al territorio, al medio como configurador del hombre), este segundo camino es en cierto modo el de un investigador que al modo del antropólogo necesita recoger las pruebas in situ o que al modo del  historiador de la cultura recoge los “monumentos”, aquello que el sujeto a producido, y que Hegel llamaba “Espiritu objetivo”, para a partir de sus obras reconocer o decir algo sobre su autor. Subrayo esto ya que me parece que hay en Kusch un pasaje del escritor al investigador cada vez más acentuado, sin dejar por cierto de ser ambas cosas. Puede ser esta una idea mía simplemente, así que tómenla sin mucha importancia. Del hombre que comienza un ensayo, un poco sartreanamente, desde una mesa del café (así comienza La seducción de la barbarie) y que luego expone a partir de sí mismo (claro que con un conjunto de datos que previamente se han interiorizado, pero que no son datos que él ha buscado concientemente, sino que le son dados por el mismo vivir) y que más tarde escribe obras de teatro donde cree poder expresar este “sentir” americano, al hombre que termina rodeado de grabaciones de informantes hablantes de otras lenguas (las lenguas andinas) y de  documentos de otras culturas, hay un camino que se recorre.
Por ello su primer libro parece más cercano a la literatura, y aún América Profunda es un libro literariamente bien construido, y sus últimos escritos toman o formas más abstractas o se basan en un conjunto de datos e investigaciones que se presentan para ser pensados. Pasa ciertamente esto último también en su primer libro, pero allí los datos no han tenido que ser buscados, son datos que de algún modo cualquier lector urbano puede compartir.[13]
Tomen esta idea mía sin embargo cum granus salis ya que desde el primer libro al último hay ciertamente dos cosas a las que Kusch nunca renuncia.
La primera  es que Kusch pone en el centro de su preocupación el hombre “que somos”, es decir, quienes habitamos en América. Esto le hará decir en La seducción de la barbarie que América es un problema de sujeto, de autenticidad del sujeto antes que un problema de objetos. Por eso en América parece ser la literatura y no la ciencia la que puede expresar aquello que somos (Vid. SB, cap. “La conclusión herética” p.85 ss)[14]. Aquí, en AP dice que se trata de sondear en el hombre mismo sus vivencias inconfesadas, a fin de encontrar en los rincones oscuros del alma, la confirmación de que estamos comprometidos con América en una medida mucho mayor de lo que creíamos. Se trata entonces de encontrar lo americano en nosotros. El sujeto (el alma) americano tiene rincones (lugares marginales) oscuros (que no ve, que no lleva a su conciencia clara), que tienen que ver con lo instintivo y emocional y que es necesario que “confiese” (un claro término de tradición nietzscheana). Ello es así porque En América (...) se plantea ante todo un problema de integridad mental y la solución consiste en retomar el antiguo mundo para ganar la salud. Si no lo hace así, el antiguo mundo continuará siendo autónomo y, por lo tanto, será una fuente de traumas  para nuestra vida psíquica y social. Vemos entonces que sigue siendo un problema del hombre (de su salud) la preocupación fundamental. Como lo he dicho en mi libro sobre Kusch se ha pasado de un modelo médico a un modelo de psicología profunda, modelo que ya aparecía en Martínez Estrada cuando al final de Radiografía de la Pampa (todavía un término tomado del área médica) nos dice al rescatar la figura de Sarmiento: “Conforme esa obra y esa vida inmensas [la de Sarmiento] van cayendo en el olvido, vuelve a nosotros la realidad profunda. Tenemos que aceptarla con valor, para que deje de perturbarnos; traerla a la conciencia, para que se esfume y podamos vivir unidos en la salud.” Intertextualidad, diálogos en el interior del ensayo “sobre lo que somos”. Vemos que el último libro publicado por Kusch lleva por título Esbozo de una antropología filosófica americana. Entonces, repetimos, este interés por la subjetividad, por lo humano, está presente en toda su producción.
La segunda cosa a la que Kusch no renuncia en toda su obra es a pensar. Esto lo lleva siempre a cierta belicosidad con la ciencia recibida y con los ámbitos académicos en que esta se da. En SB decía: la imposibilidad de ver nuestros problemas con ojos europeos o el error de verlos falseados a través de éstos, lleva el análisis a grados primarios e intuitivos. En todo análisis se desliza la necesidad de ver nuestras cosas con categorías propias (...) Y en su búsqueda es preciso tergiversar la modalidad europea [la ciencia], poner en duda el valor de la inteligencia y cuestionar a la ciencia sus derechos de primacía sobre la vida. (ídem, p.88) Y antes, afirmando que nuestras vivencias emocionales (en las que vivimos) se divorcian de nuestro mundo conceptual (que tomamos del europeo): Esta esclavitud de la ciencia europea impide que lo americano se manifieste en su autenticidad. (Nuestro intelectual) teme lo autóctono como a la nada. La prueba esta en que [él...] tiene por única virtud no el de hacer ciencia sino el de revestirse de la mayor cantidad de autores extranjeros. Y a estos los asimila no en el ámbito vital en que se han desarrollado, sino librescamente como colaboradores de una supuesta ciencia universal. Y si encara nuestra realidad lo hace citando cuidadosamente a algún autor alemán o francés...(...) Y es que para estudiar al hombre americano y a América en su peculiaridad y en su autenticidad, se pasa en cierta manera del terreno del ser –tal como lo entendemos en nuestra mentalidad semieuropea- al no ser. Y verlo desde la vida y desde el paisaje [cosa que intenta en SB] y no de la norma (...) o sea desde su medio, su ámbito vital significa abrir la puerta opuesta al ser y prender al hombre, a cualquier hombre, por su antinomia. Es pillarlo en un antagonismo similar al que existe entre literatura y ciencia con la ventaja de tener que quedarse con lo literario. (ídem, p.86) Repite ciertamente estos temas en AP: el estudio del problema me ha llevado a remover estructuras ignoradas por nuestros investigadores universitarios. Indudablemente se trata de una aventura que está al margen de nuestra cultura oficial. El pensamiento como pura intuición, implica, aquí en Sudamérica, una libertad que no estamos dispuestos a asumir. Cuidamos excesivamente la pulcritud de nuestro atuendo universitario y nos da vergüenza llevar a cabo una actividad que requiere forzosamente una verdad interior y una constante confesión. (p.6/20) Los textos en que Kusch repite esto son innumerables. Pienso por ej. en el Prólogo De la mala vida porteña o en los primeros capítulos de Geocultura del hombre americano. Pero prefiero, más que ir hacia estos textos posteriores, detenerme unos momentos en los dos últimos textos que acabo de citar.
En el primer texto, el de SB, si lo vemos en su contexto, nos damos cuenta que nuestro autor no reniega de la ciencia, pero se mueve con las siguientes ideas: a) la ciencia debe ayudarnos a descubrir la realidad y no a cubrirla o taparla. b) la ciencia presupone siempre una experiencia, es en cierto modo su culminación o intelectualización. Esta culminación es la formación (bildung – cultura), es algo que se gana en un proceso de transformación de la realidad misma y del sujeto en ella inserto. En América somos consumidores de cultura importada pero no creadores porque no hay tal formación del sujeto social a partir de su medio. Por ello la ciencia es más alienación que auténtica cultura.
Kusch aquí ya utiliza el concepto de ser como “ser determinado”, como “ser esto o ser aquello”, como concepto (de cum-capio: tomar conjuntamente). La realidad americana en cambio aparece como caótica, como no ser (Kusch todavía no la denomina con el término estar de sus obras posteriores). Pero si tomamos las determinaciones antes que lo ha determinar, la norma antes que el suelo de donde debe surgir la norma. equivocamos el camino. Por ello hay que volver de cierta manera del concepto a la intuición, de la ciencia a la literatura, de la exterioridad cultural (culturosa, diríamos) a la interioridad vital de donde puede surgir aunque esta se nos presente primariamente como caótica y salvaje. El segundo texto, el de AP, vuelve a cargar sobre la cultura como simple recepción libresca y pide “aventurarnos” en el pensamiento como pura intuición.
Si leemos este texto dentro de la intertextualidad del ensayo “sobre lo que somos” podríamos ponerlo en relación por ejemplo con los textos de Ortega sobre los argentinos. En Carta a un joven argentino que estudia filosofía afirma el pensador español que toda obra se construye con fuerza y disciplina. La juventud argentina tiene fuerza vital pero le falta disciplina, entendida esta como rigor mental. Énfasis, vaguedad, poca precisión, insuficiencia de criterio para manejar las ideas son algunas de las adjetivaciones que Ortega gasta para caracterizar el intelecto argentino, al mismo tiempo que le reconoce sensibilidad y viva inteligencia.[15]Atribuye esto al narcisismo (no sólo argentino sino americano). De este texto de Ortega podemos hacer dos lecturas: una la señalada recientemente por Diego Vechio[16] según la cual esta falta de disciplina y rigor dan como consecuencia la ausencia de una filosofía argentina. El remedio parece ser el preconizado ya por Francisco Romero en 1944: la normalidad filosófica, el aprendizaje honrado del oficio a través de los modelos dados por la filosofía instituída ... y europea. “La naciente filosofía tiene que ir mucho a la escuela todavía; y aún se la debe incitar a una prolongada escolaridad, porque todas las precocidades (...) son peligrosas...” [17] La otra lectura es la que hace aquí Rodolfo Kusch, lectura que también apela, si quieren a un concepto de disciplina, pero no exterior, no dada por la escuela, sino interior. La afirmación de Ortega sobre la sensibilidad argentina [“Son ustedes más sensibles que precisos, y mientras esto no varíe dependerán ustedes íntegramente de Europa en el orden intelectual (...) Porque al ser sensibles, toda idea graciosa y fértil que se produzca en Europa conmoverá (...) el fino receptor que es su organismo, pero al querer reaccionar frente a la idea recibida –juzgarla, valorarla y oponerle otra- encontrarán ustedes dentro de sí esa impresión, esa vaguedad (...) esa falta de criterio certero, firme, seguro de si mismo  que sólo se obtiene mediante rigorosas disciplinas.” (68-69)] se interpretará entonces como la característica del pensamiento argentino de dejarse vencer por el pensamiento foráneo. El saber sólo surge como culminación de la propia experiencia, la normalidad filosófica es meramente normalización, copia y encima mala copia.
Podríamos también poner este texto de Kusch en relación con la experiencia de Sarmiento: sabemos que Sarmiento quería que se reconociera al Facundo como su gran libro científico, pero las circunstancias de su creación hacen que intente este reconocimiento hacia el final de su vida con Conflicto y armonias.... Podemos decir que el Facundo es un libro escrito como pura intuición a diferencia de Conflicto y armonías. No se trata de que en el Facundo no existan ideas o esquemas de tradiciones de pensamiento, pero,  escrito bajo los móviles de la pasión política, es en el libro de su vejez donde los ideales científicos, de acuerdo con normas decimonónicas, son más acusados. La ironía está en que finalmente el que queda como un clásico, es el Facundo. Escrito más, como decimos, desde la pura intuición. Tal como lo quería Kusch.
Esta apelación a la intuición,  a la percepción directa, a la subjetividad del escritor, es lo que Kusch denomina en  De la mala vida porteña “lo que me parece a mí”, y aún el macaneo, nuestra libertad.

Volviendo al texto digamos ahora que Kusch para conseguir este fin (retomar el antiguo mundo para ganar la salud / sino el antiguo mundo seguirá siendo autónomo) busca un sentido en el mundo precolombino y en el americano actual. Es decir, que este deja de ser visto como no ser. Llama a esto viracochaismo. Quiero llamarles la atención sobre la segunda parte de la frase: (un sentido) en el (mundo) americano actual. En un texto que recoge charlas radiofónicas, Indios porteños y dioses, Kusch señala que Viracocha (el sentido del mundo que recoge la religión de Viracocha) aún se encuentra entre nosotros, porteños (“La religión de Viracocha”, p.88). En realidad todos los textos de este pequeño libro así lo quieren hacer notar, como lo sugiere ya el título: Indios, porteños...y dioses.[18]
Ya nuestro autor señalaba en el segundo párrafo de este Exordio su firme convicción sobre la continuidad del pasado americano en el presente, aun cuando encontremos en este hoy la presencia de diversas inmigraciones de otros continentes. También ellos (los inmigrantes) tienen su parte en esta continuidad. Y he tratado de explicarla (a la continuidad) sondeando en el hombre mismo....encontrándola en nosotros mismos: estamos comprometidos con América en una medida mucho mayor de la que creíamos. (AP p.5/19)
En un texto posterior, El pensamiento indígena y popular en América, texto que yo les recomiendo ya que me parece, junto a América Profunda, los dos libros más logrados del Kusch, vuelve a decir lo mismo, la continuidad del pasado americano en el presente, aunque de una forma más “objetiva”, más distanciada. Viene analizando el pensamiento indígena basándose en un conjunto de datos y cuando llega más o menos a la mitad del libro, se para y dice: lo indígena como estilo de pensar hace a tantos millones de indios (según las estadísticas), pero, por otro lado, y ahora cito: cabe tomar en cuenta una población así llamada criolla, la cual por su físico o ya sea por su estilo de vida, se vincula de alguna manera con la primera. Trasciende entonces los tantos millones de indios y abarca una cantidad mucho mayor y llega, por lo tanto, al centro mismo de la gran ciudad. Lo que se llama “cabecita negra” (Argentina), “roto” (Chile), “cholo” (Bolivia y Perú) no tiene una vinculación directa con el mundo indígena, pero sobrelleva de alguna manera, características que vienen arrastrando de un lejano pasado, las cuales, en momentos dados, le sirven a esa masa de cohesión política, social y cultural en oposición abierta a peculiaridades netamente occidentales.(PIPA 193) O sea hay identidades subyacentes que surgen en ciertos casos o ante determinados hechos.
Al modo de Kusch voy a ponerles a ustedes un ejemplo tomado de mi experiencia concreta. Tengo un vecino, Juan, que es originario del litoral. El habla y se comunica conmigo en castellano, es decir, en el idioma común de los argentinos. Pero se encuentra con un paisano y para hablar ciertas cuestiones importantes, “intimas” podemos decir, se comunica con él en guaraní. En este caso uno siente lo que dice Kusch: que nosotros somos los marginales, los marginados en América. Estas identidades subyacentes son las que funcionan ante determinados hechos y dan la peculiaridad de América.
Prosigue Kusch: Al tomar en cuenta esta población se trasciende evidentemente lo indígena y se pasa a considerar la característica propia del así llamado “pueblo americano”. Se pregunta entonces si hay en él un pensar similar al indígena o si sirve todo lo que él ha venido diciendo hasta ahora sobre las categorías de un pensamiento indígena para comprender “el pueblo americano” (en el sentido antedicho). Este capítulo, es el capítulo XII titulado justamente “Pensamiento popular”, sirve justamente como bisagra del libro, justifica la segunda parte de su título: no se trata sólo del pensamiento indígena sino también del pensamiento popular.
No voy por supuesto a relatarles todo este libro, termino simplemente con enunciar el contenido de este capítulo XII. Luego de una discusión con la posibilidad de otra interpretación de estos fenómenos de cohesión: el pasaje de una sociedad tradicional a una sociedad industrial o moderna, termina afirmando que el pensar del indígena no es propio del indio, sino que es ante todo patrimonio del hombre en general (p.205), es decir, una forma del pensamiento que, perdido, olvidado u ocultado en el hombre occidentalizado forma parte del ser del hombre.
Se trata entonces, como ustedes ven, de mostrar siempre que aquello que está en el supuesto otro (el indígena, el antiguo mundo) está también en nosotros, ya porque nosotros somos también americanos (AP) ya porque somos parte del hombre en general (PIPA).
El sentido del mundo indígena, lo hemos dicho, lo llama “viracochaísmo” y para ello utiliza la referencia legitimadora de Toynbee (a quien más adelante sin embargo critica, pero no lo critica por su referencia al mundo indígena sino por el sentido general de sus tesis[19]).
Señala entonces que tomando en cuenta el concepto de estructura en el terreno de la filosofía de la cultura le pareció encontrar las bases para una dialéctica americana.
Es interesante esto, que justo el año (1962) en que Lévi-Strauss publica El pensamiento salvaje donde se contrapone supuestamente la estructura a la dialéctica, aquí en América alguien escriba un libro donde los elementos de toda esta polémica (o estructura o dialéctica) no se presenten contrapuestas. ¿Falta de información de los intelectuales americanos que siempre llegan tarde al pensamiento europeo o simplemente independencia de un pensamiento que sigue sus propias vías? Ciertamente aquellos que “están en el ajo” de las últimas novedades europeas tacharán a Kusch de pensador desinformado. El establishment universitario que siempre tiene acceso a las últimas novedades europeas verá en Kusch a un intelectual que, por no seguir orgánicamente ligado a la universidad, pierde capacidad de información y lo abandonará a su propia suerte. Por la contra, posiblemente Kusch siga en el futuro siendo estudiado como un clásico del pensamiento latinoamericano y la mayoría de quienes estuvieron “al día bibliográficamente” sean prontamente olvidados. La gloria del presente no asegura la gloria del futuro y viceversa, o para decirlo con las palabras de un clásico de la filosofía, si “conviene...que tengan conocimiento de muchísimas cosas los amantes de la sabiduría (philosophoi)”, “la mucha erudición (polymathía) no enseña a tener inteligencia...” (Heráclito, fr. 35 y 40 respectivamente). De cualquier manera para no quedarnos nosotros también simplemente atados al nivel de las palabras, habría que estudiar que se entendió en concreto en Francia por estructura y dialéctica y que entiende por ellas aquí Kusch.
Teniendo en cuenta aquí sólo lo segundo podemos decir provisoriamente que si la cultura debe verse como una totalidad organizada, una realidad de elementos interrelacionados, la dialéctica significa, en el sentido más lato que luego podremos ir precisando, dos afirmaciones (tesis) que dialogan o interactúan entre sí, de tal modo que a los fenómenos que ocurren en la estructura podamos adscribirlos ya a un polo, ya a otro, ya a su mutua interacción. Por ello Kusch habla de establecer...conceptos flexibles para establecer el sentido de la cultura en América.
El siguiente párrafo debe leerse como contrapuesto en parte al anterior. En el se dice que el mejor método para dar solidez a la captación de un sentido americano consiste en las andanzas por las tierras de América (comer junto a su gente, participar de sus fiestas, ver los monumentos que testimonian su pasado). Y también tomar en cuenta ese pensar natural que se recoge en las calles y en los barrios de la gran ciudad. Aquí visualizamos ese  Kusch con su grabador de los últimos años que transcribe trozos de conversación. Entonces si en el párrafo anterior se habla en cierto modo de trabajos de gabinete: los aportes de autores que buscaron los significados del mundo indígena, el concepto de estructura propio de la filosofía de la cultura..., en este se habla de sumergirse vitalmente en el mundo que queremos captar, que queremos describir.
La oposición gabinete-trabajo de campo ya había sido desarrollada en la historia de la antropología. Si existieron antropólogos que escribieron sus obras simplemente a partir de las memorias de viajeros y exploradores, se señala que fue Malinowski quien impuso la necesidad del trabajo de campo, lo que se llamó “observación participante”.  Hay sin embargo una diferencia de tono entre el trabajo de Kusch y el de la antropología “clásica” que decide que no puede hacer antropología sin el trabajo de campo (es decir sin el contacto directo con las sociedades objeto de su estudio). Esta diferencia gira toda alrededor de las palabras “observación” participante, “objeto” de su estudio, “ciencia” antropológica. El antropólogo pone su formidable arsenal metodológico al servicio de la captación de un “objeto” tal cual es en sí mismo, buscando no mezclar en ello su propia subjetividad occidental. En Kusch en cambio, ese otro que hay que captar, no es un objeto sino un sujeto y más que una preocupación “científica” lo guía una preocupación “existencial”. Ese sujeto-otro cuestiona mis propios certezas, mi propia subjetividad y se trata de volver a encontrarla junto con, o al lado de ese supuesto otro[20]. Si se me permite poner un ejemplo que, como siempre digo, espero no sea desgraciado, es decir, que más que aclarar oscurezca, quiero hacerlo con dos grandes figuras intelectuales, como son las de Marx y el ya citado Lévi-Strauss. La elección de Marx por el proletariado es anterior a su obra científica, esta queda ciertamente orientada por tal elección. Marx se siente comprometido existencialmente con la suerte del proletariado. Kusch ciertamente no participa ya de los ideales científicos de la Ilustración, de los cuales está imbuido Marx. Su relación con la ciencia podría graficarse  más bien con la idea nietzscheana de ver las ciencias con la óptica de la vida y que se continúa en afirmaciones de Heidegger de la ciencia como un modo de ser del Dasein. Pero en Kusch, como en Marx, hay una identificación afectiva, un poner su propia subjetividad del lado de uno de los grupos humanos que encarnan sus categorías (el proletariado en Marx, el indígena y por extensión el “pueblo” criollo en Kusch). No conozco el pensamiento de Lévi-Strauss en toda su extensión. Me baso simplemente en algunos de sus libros y declaraciones. Hubo ciertamente en él una clara conciencia en contra del etnocentrismo europeo, es decir en contra de la tendencia a considerar a la cultura europea como el patrón y culminación de toda cultura. Desde el hecho práctico de cambiar el nombre a la cátedra que se llamaba Religiones de los pueblos no civilizados por el de Religiones comparadas de los pueblos sin escritura en la Escuela Práctica de Estudios Superiores hasta sus muchas declaraciones sobre la dignidad de los hombres de las culturas no occidentales con los que ha tenido trato. Pero Lévi-Strauss no renuncia a su objetividad como científico. Su filosofía, si así puede decirse, se alimenta no sólo de Marx sino también de la consideración de Durkheim de considerar los hechos sociales como “cosas”; su misma afirmación de considerar al antropólogo como el astrónomo de las ciencias sociales, es decir considerar a las culturas mas remotas y clasificarlas según la antropología como alejadas o cercanas a la propia, delata esta actitud de objetividad. No se trata aquí por supuesto de juzgar cual actitud es mejor que otra, simplemente de constatar un hecho que ciertamente incluye el bagaje conceptual con el que se han movido y que hunde sus raíces en la propia vida de los autores. Podríamos constatar lo mismo en discursos antropológicos mas recientes. En forma general diría que el antropólogo actual (esto es ya una generalización) se compromete como defensor de los indios (afectivamente e incluso políticamente) pero no cuestiona su propia cultura desde allí.

Volviendo a Kusch, en los dos párrafos siguientes, señala el contenido fundamental del libro:
La intuición que bosquejo... oscila entre dos polos. Uno el ser y el otro el estar. O también los llama: uno el ser alguien y el otro el estar aquí. ¿Qué diferencia esta segunda forma de llamarlos a la primera? Vemos que en esta segunda forma enfatiza con distinto tipo de letra los términos ser y estar. Lo hace aquí y lo hace varias veces a lo largo del texto. Uno debería recorrer todos los textos (no sólo de este libro sino de los siguientes) para ver en que contextos se usa una u otra denominación (ser/ser alguien y estar/estar aquí). A falta de este recorrido digamos que, en forma general, la terminología corta tiene que ver con contextos filosóficos (es decir cuando Kusch habla de la filosofía, del termino “ser” como uno de sus conceptos, cuando él mismo se interna en la metafísica -fundamentalmente en otros textos, no en este-). La terminología larga se refiere en cambio a modalidades antropológicas (dos modos de ser del hombre) y culturales. Señala también en que contextos socioculturales los encuentra: la actividad burguesa de la Europa del siglo XVI y la cultura precolombina. Que allí los encuentre no quiere decir que no estén en otras partes (como veremos) pero allí se destacan, son claramente significativos. Luego dice que son dos raíces profundas de nuestra mente mestiza... Somos mestizos aunque no lo seamos racialmente o etnológicamente. Somos mestizos culturales. Por el solo hecho de vivir en América. Así Gunter Rodolfo Kusch es mestizo a pesar de ser hijo de los alemanes Ricardo Kusch y Elsa Tschunke. De estas dos raíces participamos blancos y pardos y se presentan en todas las expresiones de nuestra realidad, en todo nuestro quehacer.
El concepto que deberíamos explicar ahora es el de fagocitación. Como el autor lo tratará con detalle más adelante (en el libro III) lo dejamos para ese momento. Retengamos simplemente que de la conjunción del ser y del estar, de su darse uno con el otro desde el momento del Descubrimiento, de la Conquista, surge la fagocitación como una resultante. Una resultante es siempre un compromiso, ni lo uno ni lo otro. “Oscilación”, “resultante”, “dialéctica”, volveremos sobre estos conceptos que expresan la interacción de ser y estar. Indiquemos simplemente que la fagocitación queda caracterizada como un concepto que explica ese proceso negativo de nuestra actividad como ciudadanos de países supuestamente civilizados. El término “proceso negativo” hace referencia tanto a una idea generalizada del “malestar argentino” como al juicio que se expresa en obras como la de Martínez Estrada con su profundo pesimismo que en la década del 30 expresarán claramente el abandono de las esperanzas de que Argentina sea los Estados Unidos del sur.
Lo interesante en Kusch es que, para él, este proceso negativo no lo es. Por eso la fagocitación da lugar a una sabiduría. Esta sabiduría, sin embargo, no se explicita: alienta en el subsuelo social y en el inconsciente nuestro y (...) se opone a todo nuestro quehacer intelectual y político. El sujeto americano permanece escindido entre lo que hace y lo que dice que hace, entre lo que piensa “puertas para adentro” y lo que expresa exteriormente. Podemos sospechar que es aquí donde Kusch encuentra su tarea de escritor, el se está proponiendo a sí mismo en esta tarea de explicitación.
El contenido del libro está entonces indicado en estos dos párrafos. Como ya parcialmente lo hemos dicho, el libro I presenta el concepto de estar, el libro II el concepto de ser y el libro III los conceptos de fagocitación y sabiduría.
En el siguiente párrafo lo que quiero destacar es la conjunción de lo literario y lo técnico en la factura del libro. Ello tiene su fundamento en lo que explicó previamente en SB: lo científico en América no nace de la experiencia, se trata de conceptos adocenados que se transmiten librescamente. Por ello lo literario, con su apelación directa a la sensibilidad, puede darnos mayor libertad en la captación de una realidad o en la transmisión de la misma.
Podemos relacionar esto con algo que dice en el último párrafo: la cuestión de razonar el material arqueológico. Ciertamente Kusch no es  ortodoxo en el tratamiento del caso, aporta desde su formación filosófica y fenomenológica y le falta formación en las ciencias antropológicas. Pero ello hace también al interés del libro. Este no es un libro de antropología ni de sociología sino que es un gran libro en la tradición latinoamericana del ensayo “sobre lo que somos” de alguien con formación filosófica.
Hemos hablado del dualismo en Sarmiento. De cómo a pesar que en el texto hay transiciones finalmente se impondrá la civilización. Se ha dicho que Kusch simplemente invierte la polaridad. Y antes nosotros parecíamos suscribir esto cuando decíamos que en Kusch hay un compromiso vital con quienes encarnarían en forma más clara uno de los polos. Sarmiento, el último Sarmiento, pone en duda este triunfo de la civilización. Podemos decir que estamos frente a lo que Kusch denomina la seducción de la barbarie. En un libro sobre las relaciones entre las razas en Madagascar llamado, si mal no recuerdo, Próspero y Calibán, O. Manonni afirma que los colonos padecen el “complejo de Próspero”: se sienten obsesionados por el deseo de dominar pero también fascinados por la animalidad y vitalidad que los nativos parecen representar. En Kusch hay una llamada a asumir esta fascinación, única posibilidad de creación.

Introducción


Vale la pena que nos detengamos en el título: Introducción a América. Casi cualquier libro comienza con una introducción. Veamos primero la palabra introducción: intro – ducere: lo que nos conduce adentro. En cualquier libro la introducción nos conduce dentro del libro, dentro de lo que trata el libro.
Aquí al poner junto a la palabra Introducción la palabra América parece querer sugerirnos que no se trata solo de una introducción a un libro sino de una introducción a una realidad; refuerza el sentido de realidad en lo que nos vamos a introducir: no sólo nos vamos a introducir en un libro sino también en una realidad: América.
Va en el mismo sentido el hecho de que haya hecho preceder el libro no sólo de una introducción sino también de un exordio. Cosas que en otros libros se ponen en la introducción (los propósitos del autor, el método seguido, un resumen de los resultados alcanzados, las deudas intelectuales) se ponen aquí en el Exordio. Los diccionarios nos dicen que el exordio es un principio, introducción o prefacio de una obra literaria. Se llama principalmente así a la primera parte del discurso oratorio, cuyo objeto es llamar la atención y preparar el ánimo del auditorio. Viene de la conjunción de la partícula latina ex que significa alejamiento desde el interior de un lugar y el verbo ordior que significa empezar, principiar y en sentido mas concreto, urdir, tramar, tejer. Se puede entender tanto en el sentido de “comenzar a urdir” como en el de “algo que se toma desde lo urdido” y se lo coloca para llamar la atención.
Resumiendo, podemos decir que la introducción al libro está presentada ya en el Exordio y que el texto que lleva por título Introducción a América es ya parte de su contenido. En él se nos introduce no al libro sino claramente a la realidad tratada por el libro, a la realidad americana.
El texto con que comienza la Introducción consolida esto (el hecho de que se nos quiera introducir en una realidad: América) desde su inicio, ya que principia con una imagen de movimiento: la subida a la iglesia de Santa Ana en lo alto de Carmenga, en el Cuzco. “La imagen evoca el movimiento de la subida al Cuzco y al mismo tiempo nos introduce en lo americano. Ambos movimientos se dan conjuntamente.” [21] Por otro lado si hay que “introducirse en..., o a...” también queda sugerido que estamos fuera. Se va dibujando así el interlocutor imaginario de Kusch, a quien se dirige el libro, su destinatario.

Leamos entonces los seis primeros párrafos (p.9-11/23-24).
Veamos los recursos retóricos y expresivos del texto, ya que también a través de ellos se nos transmite un pensamiento: nosotros vamos subiendo pero hay algo que nos acosa. Que nos impide subir libremente. Por cierto nos acosa la falta de aire, el apunamiento. Pero también nos acosa un mundo extraño, que puede parecernos hostil. ¿Hacia donde subimos? Hacia la iglesia de Santa Ana. La imagen de la iglesia como habitual a nuestra cultura ciudadana, como lugar de elevación de las plegarias a lo divino (expresada incluso arquitectónicamente con la torre), como refugio (expresamente señalado en el cuarto párrafo) refuerza que vamos hacia arriba. Hacia donde queremos ir. Somos turistas y queremos visitar una Iglesia de arte colonial. Subimos en el espacio y también subimos en el tiempo. Vamos hacia un lugar al cual llegaremos por ej. en 45 minutos. Vamos hacia delante.
Pero hay recursos retóricos que contrapesan esto: ante todo se nos dice que “en otros tiempos” había allí un lugar de culto erigido a un dios extraño: Viracocha. Ustedes saben que durante la conquista española muchas iglesias fueron edificadas sobre templos indígenas. No solo se prohibieron y eliminaron los cultos paganos sino que se le dio a esto una expresión física: el nuevo dios aplasta en la construcción física al dios antiguo. Incluso se aprovecharon los cimientos de los templos antiguos aunque luego se construyeron sobre ellos según la arquitectura occidental. Pero entonces hacia donde subimos, allí, enterrado en lo profundo (y recuerden que el titulo del libro es América Profunda), hay otra cosa: hay un mundo más antiguo.
En segundo lugar se habla de la fatiga de un largo peregrinaje. Pero esta no es sólo la fatiga de la cuesta sino que es como si se remontaran varios siglos. Tiempo y espacio empiezan a invertir sus signos. Vamos hacia el pasado, hacia un mundo que creíamos superado y, tal vez, aunque subimos, estamos bajando, hacia un mundo sepultado.
Kusch acumula las adjetivaciones para hacernos sentir ese mundo adverso y hostil: antiguas chicherías, calles malolientes, viejo compromiso, largos silencios, fugacidad de nuestro penoso andar, etc. Entonces comprendemos que todo eso es irremediablemente adverso y antagónico y que adentro traemos otra cosa...(p.10/23)
Detengámonos un minuto en la palabra adversidad: el verbo latino “verso” significa hacer girar, hacer dar vueltas; lo adverso es lo que nos cambia, lo que nos da vuelta, lo que tiene o da otra versión de nosotros.
El largo peregrinaje que nos fatiga, los siglos que remontamos son entonces los que llevan, para decirlo, con las palabras de Sarmiento, de la barbarie a la civilización. Fatiga de haber llegado a ser lo que somos (subrayo la palabra ser por el significado que adquirirá en el libro). Pero allí encontramos la otra versión de nosotros. Y hay una segunda forma de fatiga, porque ante ese mundo que nos acosa tenemos miedo de volver a ser lo que fuimos, tememos ser impregnados de aquello que hemos dejado atrás y que no queremos ser.
Y aunque entremos en la iglesia de Santa Ana, como quien se refugia en ella, siempre nos queda la sensación de que afuera ha quedado lo otro, casi siempre tomando la forma de algún mendigo que nos vino persiguiendo por la calle. (p.10/23) Retengamos estas imágenes ya que volveremos sobre ellas.
¿Como nos defendemos de este mundo hostil? (esta hostilidad del mundo americano es la primera idea a retener). Rápidamente dicho: separándonos de él mediante las categorías de pulcritud y hedor.

Leamos los siete párrafos siguientes (p.11–13/24-25)
Lo que Kusch está intentando hacer, repitiendo, es introducirnos en lo americano. Y lo hace a través de una imagen que evoca el movimiento de subida al Cuzco. Mediante un lenguaje que equilibra la imagen y el concepto hace una especie de fenomenología de lo americano según aparece a una conciencia de clase media.
Si observamos cómo está armado el texto vemos que por un lado hay un nosotros (que engloba al lector y a Kusch) y por otro lado están los otros: los americanos típicos. Hay ciertamente pasajes secretos entre nosotros y los otros: los otros son lo que creemos haber sido o lo que no queremos ser.
Se trata ahora de tratar de describir a esos otros, pero desde sí mismos:
¿qué pasaría si se tomase en cuenta su realidad, el tipo humano que lo respalda. su economía o su cultura propias? (p.14/27)
En un texto de El pensamiento indígena y popular en América aparece una idea semejante: tachamos a un indígena de ignorante porque no acepta nuestra solución para resolver un problema (concretamente la sequía de su campo mediante una bomba de agua) pero nos quedamos sin saber (ignorantes) lo que sabe el indígena, es decir, a partir de que presupuestos piensa él el problema. (PIPA cap. 2)
Kusch va a intentar indagar esto de muchos modos a través de su obra.  Pero en todas sus obras vuelve a unir de algún modo estos sujetos antagónicos. Veámoslo aquí: párrafos 18 a 23 inclusive: “Y es que el hedor tiene algo de ese miedo original que el hombre creyó dejar atrás después de crear su pulcra ciudad” a “Y en el juicio aquel sobre el hedor de América y sobre la afanosa pulcritud, se halla implícito el afán de encubrir una ira que nadie quiere ver.”. (p.15-17/27-28)
La imagen o el concepto que tenemos que entender aquí es el de ira divina, y entonces entenderemos porque el otro, que somos nosotros en lo que no queremos ser, es un mendigo.
Ira divina es un concepto que Kusch acuña para indicar como se le aparece la naturaleza al hombre primitivo, al hombre arcaico. Tomemos tres textos donde de algún modo lo explica:

  • “...el planteo del hedor y la pulcritud se ensambla con ciertos residuos cosmogónicos, algo así como el miedo a una antigua ira de dios desatada en la piedra, en los valles, en los torrentes y en el cielo con sus relámpagos y sus truenos.” (p.15/27) Y luego de hablar de algunas imágenes de dioses iracundos de las religiones dice: “...estamos inmersos en todo el hedor que no es el hombre y que se llama, piedra, enfermedad, torrente, trueno.” (p.16/28)
  • De cualquier manera cabe señalar que en Salcamayhua [el autor del primer texto “indígena” que va a analizar] se da con patente evidencia un terror ante lo divino. (...) encierra esa fe indígena que apunta a algo más que al simple hombre, algo que está afuera y que no es el hombre, sino lo inhumano, la naturaleza o el dios terrible, como quiera llamársele. En el yamqui se da el juego entre hombre y naturaleza en su antagonismo primitivo, en ese margen en donde fermentan las antiguas raíces de la religión, y se incuba una ética, una doctrina o una teología.” (p.22/33. Cfr. también p.83/80)
  • Lo visto hasta aquí [es una exposición de la teología indígena] es la solución natural frente a lo que llamamos ira divina, o sea lo que se da como mera naturaleza. Quizá en un plano más filosófico y más occidental podíamos haber referido todo esto al problema del devenir que trae consigo la misma idea de desamparo. Pero preferimos el concepto de ira porque sobrentiende mejor el efecto psicológico que ocasiona la naturaleza americana.” (p.86/82)
Ya que anteriormente hemos hablado del Facundo podemos mostrar una imagen semejante cuando Sarmiento describe una tormenta en la pampa: ”Una nube torva y negra se levanta sin saber de dónde, se extiende  sobre el cielo mientras se cruzan dos palabras, y de repente el estampido del trueno anuncia la tormenta que deja frío al viajero, y reteniendo el aliento por temor de atraerse un rayo de dos mil que caen en torno suyo. La oscuridad se sucede después a la luz:  la muerte está por todas partes; un poder terrible, incontrastable,  le ha hecho en un momento reconcentrarse en sí mismo y sentir su nada en medio de aquella naturaleza irritada; sentir a Dios, por decirlo de una vez en la aterrante magnificencia de sus obras”. Facundo, p.48, 1845
Kusch dice que este miedo a la ira divina es un miedo original. Es el miedo que está antes de la división entre pulcritud y hedor, en ese punto en donde se da el hedor original o sea esa condición de estar sumergido en el mundo y tener miedo de perder las pocas cosas que tenemos... (p.15/27)
Estar sumergido en el mundo. Antes dije que el diálogo de Kusch con Heidegger es constante. El término sugiere el “estar en el mundo”  del filosofo alemán pero le agrega el adjetivo amenazante de sumergido.
Vamos a hacer sobre esto un excurso o digresión:

Si bien Heidegger analiza fenomenológicamente el miedo en Ser y Tiempo (§30) y lo hace curiosamente al hablar de la “disposicionalidad” o el “encontrarse”, cotidianamente llamado temple o estado de ánimo (§29), pasa por el demasiado rápidamente y al modo del ejemplo. A él le interesa el fenómeno de la angustia (§40)y sólo con vistas a esta analiza el fenómeno del temor o miedo.[22] Ambos (temor y angustia) son formas del encontrarse que es uno de los existenciarios del Dasein, del ser o estar en el mundo.
En un escrito reciente José Pablo Feinmann (La filosofía y el barro de la historia) equipara el miedo a la muerte en el cap. IV de la Fenomenología del Espíritu de Hegel con la angustia en Heidegger. Y nosotros debemos preguntarnos a su vez lo siguiente: si el miedo descripto en Ser y Tiempo (§30) no cubre exactamente el tema del miedo en América Profunda ¿lo hará el tema de la angustia en Heidegger? Es decir, ¿la angustia en Heidegger equivale al miedo en Kusch? Vemos que en realidad cada una de estas descripciones (el miedo a la muerte en la lucha de las autoconciencias contrapuestas en Hegel, la angustia en Heidegger y el miedo a la ira divina en Kusch) tienen contextos diferentes.
a)      El miedo en Kusch es el temor ante la naturaleza (ver las citas previas que hemos dado). La naturaleza de la que el hombre depende para obtener sus medios de vida. El hombre como ser natural sabe que esta no depende de él, es un poder “otro” de la cual, al revés, el depende. De ella él extrae no sólo sus medios de vida, sino más simplemente la vida misma. Entonces, repetimos: el contexto del miedo en Kusch es la naturaleza. Por ello el modo de intentar superar este miedo es el dominio sobre la naturaleza, lo artificial que podríamos decir se prolonga actualmente en los intentos de alcanzar los secretos de la vida misma, el dominio genético. Este miedo se presenta en fenómenos tales como: terremotos, plagas y enfermedades, un cometa que colisione sobre la tierra, agotamiento de los recursos, etc. Repito entonces: el contexto del miedo  en Kusch es la naturaleza.
b)      El miedo en Hegel es el temor nacido en la lucha con otros hombres. Nace de la concepción de Hobbes del hombre como lobo del hombre, del “estado de naturaleza” de  la sociedad (no podemos entrar en las diferencias Hobbes-Hegel en este planteo). Es un miedo que crea jerarquias, desigualdades humanas cuando se resuelve en las figuras del señorío y la servidumbre, es decir cuando no acaba con el exterminio liso y llano de uno de los adversarios. Podemos tomar como ejemplos de este miedo tres hechos de la Segunda Guerra mundial: el exterminio de los judíos en los campos de concentración a manos de los nazis, la destrucción de la ciudad de Dresden por los bombardeos aliados, las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaky por los Estados Unidos. Tomo estos tres hechos por ser destrucciones totales, es decir casos en que todo el hábitat es destruido. La amenaza nuclear que pende sobre el planeta es el caso más claro de esto. Repito entonces: el contexto del miedo en Hegel es la sociedad, la lucha de las conciencias contrapuestas.
c)      Finalmente la angustia en Heidegger es un sentimiento que el hombre tendría por el simple estar en el mundo, por el simple vivir, por el simple tener que ser. La angustia, como indica Heidegger, puede darse en las situaciones más inocuas. Y nosotros estamos acostumbrados a verla casi como un sentimiento de época (como el spleen lo había sido unas décadas antes) propia de cierta literatura, de cierta bohemia intelectual de la rive gauche del Sena y de ciertas damas elegantes desocupadas. Por ello el marxismo lo verá como un sentimiento burgués. Ahora bien, Heidegger fue siempre un autor suficientemente inteligente como para mezclar situaciones o preocupaciones de época con preocupaciones ontológicas. Por ello el supo tomar este sentimiento de entreguerra (es decir un sentimiento que sobrevolaba la sociedad europea con la amenaza de una guerra no resuelta) con interrogaciones de la filosofía misma. Llevó esto al venero de la filosofía, de su propia filosofía  y la preocupación por el ser. Por ello el contexto de la angustia en Heidegger es la ontología, la pregunta por el ser del hombre (Dasein) que se pregunta por el ser.
¿Hemos ganado algo con todo este recorrido? Sí y no. Sí, porque vemos la perspectiva que en cada uno de estos autores enfoca un tema análogo. El tema es qué es básicamente el hombre, donde encontramos lo humano. No, porque cada una de estas perspectivas va a tratar de englobar o de absorber a las otras dentro de sí.
Empecemos por Heidegger quien parece llevar la ventaja de utilizar los conceptos más abstractos. Comencemos, antes que por la angustia, por el miedo, tal como lo tematiza en Ser y Tiempo. Cuando él señala (§30) que “lo temible” (aquello que se teme) puede tomar la forma de lo “a la mano”, de lo “ante los ojos” o del “ser ahí con” (dicho más simplemente: de los útiles, de las cosas, y de los otros hombres) puede pensarse que aquí Heidegger está nombrando la naturaleza temible de Kusch (útiles y/o cosas) y la lucha de las autoconciencias contrapuestas de Hegel (los otros hombres). Heidegger indica aquí mismo que lo temible es algo que nos hace frente dentro del mundo. Sin embargo es muy discutible que el todo de la naturaleza de Kusch (en la cual está sumergido el sujeto y lo abarca de algún modo a él mismo, ya que es lo que lo sostiene) y el momento de la lucha a muerte en Hegel puedan ser considerados formas intramundanas. Es el todo del estar en el mundo lo que está en juego en cada caso y por ello tiene razón Feinmann de considerar el “temor” de Hegel más con el tema de la angustia en Heidegger (y no con el tema del temor o miedo) y creemos que lo mismo vale para el miedo en Kusch; él mismo nos lo dice: Es el miedo que está antes de la división entre pulcritud y hedor, en ese punto en donde se da el hedor original o sea esa condición de estar sumergido en el mundo y tener miedo de perder las pocas cosas que tenemos...
Si tomamos ahora la angustia (§40) nuevamente veremos que esta no cubre exactamente los temas de Hegel y Kusch. Lo de Hegel lo diremos muy rápidamente porque no es nuestra temática, cosa que si es lo de Kusch. La inocuidad en la que puede surgir la angustia la dejamos de lado; ni la lucha a muerte hegeliana ni la naturaleza terrible kuscheana son situaciones inocuas. Solo el alto grado de abstracción y generalización en que trabajan los filósofos pueden hacer que estos se fijen más en los casos inocuos de la angustia y pasen por alto lo sombrío de la situación de entreguerras que hará crecer las condiciones de la Segunda Guerra Mundial; es decir, el contexto europeo esta sobredeterminado por un tema hegeliano: la lucha por el reconocimiento. ¿Que temas de la angustia heideggereana están presentes en el miedo original de Kusch y que temas no? Más allá de la obvia cuestión de que cuando el autor argentino habla del hombre no lo hace con las complicaciones propias de la posición heideggereana digamos que Kusch mantiene el tema de la inhospitalidad del mundo y no mantiene el tema de la huida de sí mismo hacia las cosas que genera la angustia, o que la angustia abre al Dasein a sus propias posibilidades. Es decir todo el tema de la existencia propia e impropia del individuo está ausente. Está ausente pero no totalmente ya que en el no reconocimiento de este miedo original, no reconocimiento propio de nosotros como ciudadanos, (AP p.15/27) hay cierto paralelismo con el tema de la existencia auténtica e inauténtica en Heidegger. Sólo que el miedo es fundamentalmente en Kusch miedo a la naturaleza (y no miedo a nuestras posibilidades. Por supuesto podríamos ligar uno y otro, pero aquí señalamos donde se ponen los acentos).
Con respecto a Hegel y el tema del miedo en el nacimiento de la autoconciencia podríamos decir que el sujeto hegeliano como apetencia, como sujeto deseante ya ha superado el miedo a la naturaleza, ya que esta debe ser negada para que el sujeto sea tal. “Cierta [la autoconciencia] de la nulidad de esto otro, pone para si esta nulidad como su verdad, aniquila el objeto independiente y se da con ello la certeza de sí misma como verdadera certeza, como una certeza que ha devenido para ella de modo objetivo.” (Fenomenología IV, subt. “El yo y la apetencia”) “Lo que para ella es otro es como objeto no esencial, marcado con el carácter de lo negativo” (ídem, A,2, 115) En todo caso los problemas surgen porque esta autoconciencia es una conciencia duplicada y no toda ella logra superar la vida como objeto independiente. Un extremo (señorío) lo hace y se apropia del goce pero el otro (el siervo) queda atado a él. Es por medio del trabajo que la conciencia servil logra superar este miedo y devenir autoconciencia.
De todas maneras el tema en Hegel es mucha más complicado si uno no quiere caer en la simple vulgata con que se presenta esto, es decir en el cuentito de que se trata de dos homínidos que en el comienzo de la historia luchan por su reconocimiento. Digo que es más complejo porque en Hegel, desde sus posiciones idealistas, la naturaleza realmente no existe. La naturaleza es lo otro del espíritu, es algo del espíritu. En su perfecta autoreflexividad la naturaleza, que queda incluida en lo que aquí llama Hegel la vida, es autoconciencia. Ahora bien, esta autoreflexividad solo se da mediante la disolución del ser natural. En el señor se dará al preferir la muerte a la vida en la lucha a muerte, es decir prefiere su autoconciencia a la mera conciencia viva. El siervo, en cambio, que ha quedado atado a la vida ha sentido en el temor “esta fluidificación absoluta de toda subsistencia” pero ha retrocedido ante ella. Sólo mediante el trabajo “elimina” esta supeditación a la existencia natural, al darle forma a la naturaleza, al transformarla, si ustedes quieren, en cultura. Lo que quiero en realidad señalarles en que la naturaleza en Hegel no es un tercero sumado a la relación entre las autoconciencias (no hay dos autoconciencias y además la naturaleza), es en todo caso una mediación entre ellas. Porque de últimas todo es autoconciencia, o  mejor, espíritu.
Con respecto a Kusch no es que uno no pueda encontrar elementos de Hegel en él, como en todos los filósofos modernos. Pero su bagaje conceptual es otro. El no nos habla de lo social en el indígena, así por ejemplo las distinciones sociales entre los curacas y el resto, sino del hombre en general, que se enfrenta a la naturaleza. Uno podría decir: hay en Kusch una idealización del ayllu y, puestos a ideologizar, afirmar que tal concepto de comunidad proviene del concepto de Gemeinschaft propio de esa sociología alemana a la cual ya hemos hecho referencia. Ya en 1887 Tönnies en su famoso libro Comunidad y sociedad (Gemenschaft und Gessellschaft) había opuesto ambas formas de agrupación humana. Por lo tanto leyendo ideológicamente a Kusch tenemos de un lado a Hegel y a una lectura dialéctica y dramática de lo social (donde el tema de la escisión social estaría subrayado) y del otro una lectura organicista de lo social que la sociología alemana post Marx hizo suya como reacción al marxismo y que Kusch retomaría. Esta es una visión ideológica, un tanto maniquea y empobrecedora de las múltiples relaciones y préstamos que presenta el pensamiento social desde la segunda mitad del siglo 19. Para obturarla en su fuente misma no nos olvidemos que el espíritu, el Geist hegeliano, no es sólo escisión sino también reunión. De hecho en este lugar de la Fenomenología que estamos considerando aparece la primera noción de espíritu: el yo que es un nosotros y el nosotros que es un yo. Ciertamente, y esta es la gran diferencia con Hegel, Kusch no participa de la visión panespiritualista del filósofo alemán sino que maneja conceptos biologistas y vitalistas. Pueden ustedes observar claramente la concepción de lo humano a partir de estos conceptos en la pág. 194/161 que lleva por título El mero estar para el fruto. El hombre es un fruto biológico, parte de ese todo biológico que es el universo. Cito de allí: “ El individuo pertenece a un organismo monstruoso, en el cual forzosamente se convierte en una simple partícula. En vez del individuo hay comunidad y ella es la responsable de ampararlo y de sostener su vida. (...) Interiormente, el médico y el mendigo son la misma cosa, son gérmenes biológicos, he aquí el sentir americano.”
Entonces repito, si Heidegger encontrará que es la angustia quien le devela al hombre su vinculación con el Ser y Hegel encontrará que es la lucha de las autoconciencias quien le devela al hombre su ser espiritual, su autoconciencia, Kusch encontrará que es el miedo original (la ira divina) quien le devela al hombre su ser vital, su ser viviente.
Si pensamos ahora en el concepto kuscheano de ira divina uno no puede dejar de hacer referencia al libro de Rudolph Otto Das Heilege. Über das Irrrationale in der Idee des Göttlichen und sein Verhältnis zum Rationalen del año 1917, libro que también siempre se dice ha influenciado en Heidegger. Este texto, fundamental para todos los estudios de fenomenología de la religión del siglo 20, expone el concepto de lo numinoso como categoría central de la religión. En él entrarían las experiencias de lo terrible (tremendum) donde Otto expone el tema de la ira deorum, de lo dominante (majestas, übermächtingen) que aniquila al individuo, lo convierte en nada (annihilatio) frente al Todo divino, del mysterium (lo “absolutamente otro”) como impensable, incaptable e incomprensible que provoca stupor (asombro aterrado) y lo fascinante (fascinans) como atrayente, como no poder poner distancia de él. Como Kusch maneja el concepto de ira divina, quiero leerles algunas reflexiones de Otto sobre esto. “...esta ira [el autor se refiere en concreto a la ‘cólera de Yavhe’ del Dios veterotestamentario] no tiene nada que ver con cualidades morales. Se enciende y exterioriza misteriosamente, como una fuerza oculta de la naturaleza, como se suele decir; como electricidad acumulada que se descarga sobre el que se aproxima. Es ‘incalculable’ y ‘arbitraria’. A quien está acostumbrado a pensar la divinidad conforme a sus predicados racionales debe aparecerle como un capricho o una arbitrariedad pasional. Esta concepción habría sido rechazada por los fieles de la Antigua Alianza; pues no les parecería a ellos como una disminución sino como una expresión natural y un momento de la misma divinidad, momento por cierto insustituible. Y con toda razón. Pues esta ira no es otra cosa que lo ‘tremendum’ mismo, que en sí es completamente irracional y [captado y expresado por una analogía de la vida afectiva humana conserva su valor] en la expresión del sentimiento religioso.” (Lo sagrado, p.31) Pienso, de cualquier modo, que nos equivocaríamos si pensamos este concepto de lo numinoso como “espíritu” o al modo positivista como la dificultad del hombre primitivo para distinguir entre lo propiamente natural (el trueno) y el dios. Más bien hay que pensarla como la percatación, como afirma Kusch, de lo impensable, de aquello que es contrario a la vida misma, vida que se da justamente como margen de esto.
Entonces, repito: si nosotros, por este recurso de Kusch a la fenomenología de la religión, para representar el miedo originario del hombre como miedo a la ira de dios, lo interpretáramos como un autor que pone como relación originaria del hombre la relación del hombre con lo numinoso estaríamos errando el tiro. En todo caso habría que explicitar que lo que se presenta como numinoso Kusch lo nombra directamente como “naturaleza”, no es algo que pueda depurarse finalmente como “espíritu” (mientras que Otto ve en ello una categoría específica de lo religioso que en formas racionales se expresará, entre otras, como espíritu). Sin embargo también erraríamos el tiro si interpretáramos la relación entre lo numinoso y la naturaleza al modo positivista, como la dificultad del hombre primitivo para distinguir entre lo propiamente natural (el trueno y el granizo) y el dios
Si nosotros revisamos los tres textos que propusimos de Kusch para hablar de la ira divina, veremos que ellos oponen lo vivo a lo  inerte. “...estamos inmersos en todo el hedor que no es el hombre y que se llama, piedra, enfermedad, torrente, trueno.” El terror ante lo divino “encierra esa fe indígena que apunta a algo más que al simple hombre, algo que está afuera y que no es el hombre, sino lo inhumano, la naturaleza o el dios terrible, como quiera llamársele. En el yamqui se da el juego entre hombre y naturaleza en su antagonismo primitivo...” “ira divina, o sea lo que se da como mera naturaleza”.
Podríamos recordar a Marc Augé (Dios como objeto, 1988) cuando al hablar del vudú africano dice: “Lo que plantea problemas [a la conciencia primitiva] es lo inerte, la materia bruta, aquello que ofrece resistencia. (...) Lo impensable y en cierto modo el poder, corresponde a la inercia bruta, a la pura materialidad. Lo natural es pues la vida, lo cual permite pensar que lo sobrenatural corresponde a lo inerte. (...) Es la materia bruta lo que resulta difícilmente pensable.” (p.31)
Lo cierto es que Kusch mismo nos da una indicación de cómo pensar la ira divina cuando dice que en un plano “más filosófico y más occidental” tal vez correspondería hablar del devenir, es decir de la transformación de todas las cosas, que acarrearía la idea de desamparo (p.86/82) Es decir, el continuo pasaje del ser al no ser y viceversa que amenaza la vida misma del hombre.[23] Y en la p. 39/46 cuando habla del ordenamiento del mundo por Viracocha (La marcha de Dios sobre el mundo) señala: “La fe tiene el papel de mantener la unidad de la existencia a través del acontecer diario y de buscar una conciliación humilde del hombre con un ámbito terrorífico y tremendo, donde se desata la ira divina. Se trata de que el cerro imponente sea el hermano y lo sea el río y la tierra y también el cielo con sus relámpagos y sus truenos. Se trata, en fin, , de que se humanice el mundo con la plegaria y con el rito y que el mundo sea el organismo viviente que ampara y protege.”
Concluyamos este aspecto de América Profunda que se ha alargado sobremanera. Decíamos que también aquí hay una polémica con Heidegger. El miedo es un temple de animo más originario que la angustia heideggereana. En los dos casos (y también en el caso de Hegel) es la muerte, la posibilidad del hombre de no ser, su contingencia, la que se hace presente, pero el relato que sostiene esta posibilidad es diferente. En Kusch este miedo biológico al exterminio es la razón por la cual todo hombre es un mendigo. Es simplemente la condición humana de estar sumergidos en el mundo, en lo inhumano y tener sin embargo que obtener de allí nuestra subsistencia. En De la mala vida porteña Kusch hablará de la ratería sagrada (cap. El misterio de estar no más) como aquella que desde siempre ejerce la humanidad para tomar sus frutos de la naturaleza[24] Este estar sumergido en el mundo se expresa como hedor. Porque estamos contaminados con el mundo, somos parte de él. Y esto Kusch lo simboliza con uno de los sentidos más primarios, el del olfato. La pulcritud ya es un trabajo, un distanciamiento, una forma del ser alguien. Miedo a perder las pocas cosas que tenemos. Aquí Kusch se refiere concretamente al mundo de la “clase media”: ciudad, policía y próceres funcionan como elementos de seguridad. Pero se podría decir: las cosas que el hombre a pro-ducido, la civilización, los bienes. Miedo a ser primitivos, es decir ser simplemente seres biológicos; podríamos representar esto con el hecho de la desnudez. Carecemos de signos, es decir de lenguaje para expresar estas emociones primarias. Este miedo genera una ética y una religión. Veremos entonces que hay aquí algo genuino.

Pero volvamos a nuestro texto, veamos los dos últimos párrafos de esta Introducción (p.17-18/29). Aquí se reitera el concepto de fagocitación. La oposición entre pulcritud y hedor se va a resolver como fagocitación. Usualmente tendemos a ver como la cultura europeo-occidental influye en América, se trata de ver como se da esto al revés. Cómo lo americano influye en lo europeo. Ya en el exordio nos decía que la conjunción del estar y el ser resultaba la fagocitación, (p7/21).  En p.158/135, a comienzos del libro III, se extenderá sobre ello. La idea de que América pervierte o subvierte a Europa no era ciertamente nueva. Ya en los mismos cronistas de la conquista podemos encontrar esta tradición, por ejemplo cuando califican al Paraguay como el paraíso de Mahoma. El Paraguay, el mundo americano, es caracterizado por el español con aquel mundo del que se ha separado y que lo acosa: el mundo musulmán. Hemos señalado ya que en la tradición del ensayo sobre lo que somos cuando se sospecha abiertamente sobre el destino de grandeza de la Argentina, una de las causas señaladas para su frustración es la pervivencia de las raíces indígenas dada a través del mestizaje. Hemos dicho que la diferencia con autores, como Martínez Estrada, es que este proceso de americanización no es visto como un elemento negativo. Aquí reaparece nuevamente esta idea: la absorción de las pulcras cosas de Occidente por las cosas de América, es decir la fagocitación, es un modo de equilibrio o reintegración de lo humano en estas tierras. El texto termina con la enunciación de una verdad general de tipo cíclica: no hay realidad, e incluso enunciado, que no termine, o por lo menos no se contamine, de su opuesto. Lo que tal vez es interesante señalar, para una mirada crítica del texto, es que aquí, como pasará al final del libro, se produce una identificación entre lo que podríamos llamar la filosofía del autor y el pensar de la América profunda. Es decir, el entramado conceptual, a través del cual el autor trata de captar las categorías de lo americano y ese mismo pensar americano, se terminan identificando.

Libro I  La ira divina


Bajo tal título se hace un análisis de la cosmovisión indígena a través de alguno de sus documentos. Los principales son los siguientes:
  1. El indio Santa Cruz Pachacuti.
  2. Los amautas o el “viracochaismo”.
b-1 los himnos
b.2 los ceques
c.    El encuentro entre Atahualpa y Valverde.

El primer punto (a) es ciertamente el más extenso y sobre el que el autor siempre vuelve. Puede decirse que así como Facundo es el personaje principal del libro de Sarmiento, Santa Cruz Pachacuti lo es de este libro. De hecho es su nombre la última palabra con que finaliza el libro. Kusch va a analizar un dibujo de un altar (altar de Coricancha) del Cuzco en el cual Santa Cruz pone supuestamente las creencias de sus antepasados. Esta fuente ha sido recusada últimamente como poco fiable de las creencias indígenas ya que supuestamente a Santa Cruz Pachacuti le interesa mostrar que en los incas ya estaba implícito el monoteísmo cristiano. ¿Invalida ello el pensamiento de Kusch? Sí, si Kusch se basara para sus conclusiones sólo en esta fuente; sí, si su interés fuera meramente etnográfico y sí, si alguien pudiera demostrar taxativamente (cosa difícil en cualquier opinión que los hombres sostengamos) que Santa Cruz estaba equivocado en su propia interpretación. Tal vez si Kusch hubiera conocido estas objeciones a su fuente hubiera elegido otra como fuente vertebradora de la cosmovisión indígena. Pero de cualquier modo que sea esto muestra uno de los flancos de las objeciones a nuestro autor: la discusión con el pensamiento antropológico. De todas maneras cualquier obra de los cronistas cuzqueños (las principales son la crónica de Guaman Poma de Ayala, la de Santa Cruz Pachacuti y la relación en quechua de Huarochiri) son todas crónicas posteriores a la conquista española. Kusch tiene en cuenta ciertamente la presión que la represión española ha ejercido sobre Santa Cruz (lo señala expresamente en su libro) pero cree que igualmente, como al margen, deja expresar sus antiguas creencias. Vemos entonces que el manuscrito reduplica en su interior la tesis general del autor: por debajo del manuscrito, reprimida por las prohibiciones de la conquista, reaparece algo más profundo.

Brevemente, ya que no entraremos en el análisis del texto, digamos que luego del primer subtítulo (o capítulo) que es una presentación, no ciertamente ceñida a criterios académicos, de Santa Cruz Pachacuti, en los tres siguientes subtitulos (Los cinco signos de Viracocha, La marcha del dios sobre el mundo y El mundo) se describe y analiza el dibujo del altar de Coricancha que trae el manuscrito del cronista apoyando su interpretación con otras fuentes y argumentos. El ultimo punto del último subtítulo (Las categorías del yamki) puede servir como resumen del análisis del manuscrito y primera presentación de la cosmovisión indígena o lo que Kusch denomina sus categorías. Quiero simplemente llamar la atención de que lo que llamamos categorías no son simplemente una imagen mental sino que tienen una expresión física en el mundo en el que está situado el indígena (Así como el Motor Inmóvil de Aristóteles no es simplemente un dios “espiritual”, -lo es ciertamente como pensamiento puro-, sino que está situado en el cosmos griego: por sobre el mundo de las esferas mueve “físicamente” el mundo con su inmovilidad.).
Dos observaciones más: Una: ustedes pueden seguir la descripción que hace Kusch de la cosmovisión indígena observando al mismo tiempo el dibujo del yamki, ya que como hemos dicho, se basa en él. De este dibujo el libro trae  una imagen fotoestática (en el libro corresponde a la figura 1). Hubiera sido interesante reproducirla en un dibujo posterior (si las técnicas actuales no pueden darnos una imagen más clara) aunque se pierde el efecto de manuscrito antiguo que el libro también quiere transferirnos. Dos: un libro posterior mucho más famoso en el mundo occidentalizado de Bs.As. utiliza un recurso análogo: comenzar un texto por la explicación de una imagen. Me refiero a Las palabras y las cosas de Michel Foucault publicado por Gallimard en Francia en 1966.
En el subtítulo siguiente (El viracochaísmo)  se pretende apoyar esta cosmovisión en la doctrina de los amautas. No sé realmente si los amautas tenían una doctrina sistematizada y unificada pero aclaro simplemente lo que significa la palabra “amauta”. Entre los incas significa sabio o consejero. Los amautas habrían dado origen a una serie de composiciones ya religiosas, ya épicas o líricas. Actualmente se la utiliza para las personas ancianas y experimentadas que en las comunidades indígenas dispone de autoridad moral y de ciertas facultades de gobierno. De paso digamos que “Amauta”  fue el nombre de una revista fundada por José Carlos Mariategui en la década de 1920 y que duró hasta 1930. En ella se dieron cabida a muchas expresiones de la cultura peruana.
Lo cierto es que Kusch en este capítulo insiste sobre todo en la relación entre la mitología y el calendario. Es decir los conceptos de la cosmovisión indígena abarcan también el tiempo que es fundamentalmente un tiempo ligado al ciclo agrario. Luego analiza los himnos quechuas que aparecen en el manuscrito de Santa Cruz. Creo yo, pero no es ciertamente la única lectura posible, que en esta última parte se pone el acento en la subjetividad del creyente.
En el siguiente subtítulo (Definición del ‘mero estar’) se intenta confirmar esta doctrina con el análisis de los ceques o hileras de adoratorios del Cuzco: “Cuando un pueblo crea sus adoratorios, traza en cierto modo en el ídolo, en la piedra, en el llano o en el cerro su  itinerario interior. La fe se explicita como adoratorio, y deja en éste una especie de residuo. Es como si fijara exteriormente la eternidad que el pueblo encontró en su propia alma. (...) Y es curioso el sentido de este conglomerado de adoratorios. Se diría que combinaban el tiempo y el espacio, como correspondía a toda revelación. Era a la vez, una especie de calendario y también un ejemplo del plan espacial del cosmos.” (p.89-90/84-85)

Nos interesa más, dentro de este subtítulo o capítulo, el punto El mero estar (p.96/89). Allí Kusch cree encontrar un concepto que englobaría esta forma de percepción del mundo. “...la cultura quichua era profundamente estática. (...) Era un estatismo que abarcaba todos (sus aspectos), como si toda ella respondiera a un canon uniforme, que giraba en torno al estar en el sentido de un estar aquí, aferrado a la parcela cultivada, a la comunidad y a las fuerzas hostiles de la naturaleza.
Este mero estar encierra todo lo que el quichua había logrado como cultura. Supone un estar “yecto” en medio de elementos cósmicos, lo que engendra una cultura estática, con una economía de amparo y agraria, con un estado fuerte y una concepción escéptica del mundo. Todo lo cual se debió dar también en los imperios anteriores.” (p.97-98/90, subrayados del autor)
Esta cualificación de la cultura quichua como “cultura del estar” le permite hallar un término de comparación entre esta y la cultura occidental. Todo lo europeo es lo opuesto a lo quichua, porque es dinámico... (p.98/90)
Expresamos en el cuadro siguiente la mayor parte de las características que Kusch atribuye a una y otra:

Cultura quichua
Cultura occidental
mundo estático
mundo dinámico
administración de energías
explotación de energías
economía de amparo
economía de desamparo
identificación con el ámbito
transformación del ámbito
verdades estables
verdades inestables
grupo social
individuo
meseta
llanura
lenguaje: afijación y sufijación del sujeto
lenguaje: primacía del predicado
arte mandálico
arte de perspectiva

En definitiva el mundo indígena es un mundo que busca su salud reconcentrándose en sí mismo, e identificándose con el ámbito. El mundo occidental lo hace saliendo de sí mismo, haciendo al mundo a su imagen y semejanza.
Si observamos la estrategia seguida hasta aquí por el texto podemos ver que este presenta una serie de documentos de donde se pretende sacar un concepto abstracto: el de estar.
Las preguntas que uno podría hacerse aquí son fundamentalmente las siguientes:
a)      ¿Se infiere el concepto de estar de tales documentos?
b)      ¿Es válido caracterizar toda una cultura con un concepto abstracto?
c)      ¿Puede valer este concepto más allá del área andina y hacerlo valer para todo lo americano?
Dos ideas más sostienen esta descripción: la idea de que las culturas anteriores del área andina manifiestan de alguna manera una cosmovisión semejante y la idea de que las culturas de otras áreas de América tienen de últimas su culminación en las culturas del área andina. Ambas ideas, pueden, y de hecho lo han sido, cuestionadas.
En este punto mismo se comienza a desarrollar el concepto de ser alguien como concepto diferenciado y antagónico al del estar. Todo lo europeo es lo opuesto a lo quichua, porque es dinámico, lo cual nos aventura a calificarlo como una cultura del ser, en el sentido del ser alguien como individuo o persona. (p.98/90)
El autor señala el encuentro de estas dos visiones del mundo en un nuevo documento (el que hemos llamado documento c), un texto anónimo del área andina denominado Tragedia del fin de Atahualpa que relata el encuentro de Atahualpa con los españoles. Lo interesante aquí es el tema de la escritura: Dios no puede estar en una escritura, en un texto (la Biblia que presenta Valverde a Atahualpa), sino debe estarlo en la naturaleza misma. Un texto es ya un arti-ficio, algo perteneciente al mundo de la cultura, algo posible de ser domesticado. Colocar en un texto la ira divina es ya haberla racionalizado, es ya, como veremos, una forma del ser alguien, pura ira del hombre.

Libro II Los objetos


Partiendo del concepto ya encontrado del estar analiza el concepto contrario, el de ser alguien. Para eso hace una genealogía del ser alguien. ¿Porqué una genealogía?
Porque el estar al ser originario, al ser el simple existir del hombre en el mundo, no tiene historia. O si quieren tiene la simple historia de la especie. Es decir Kusch insinúa que habría cierto desarrollo, algo análogo a lo que la historiografía llamó los largos períodos. Pero en esta exposición sumaria no podemos ocuparnos del concepto de “gran historia” (vid. p.135/118) sino simplemente de la genealogía del “ser alguien”.[25] Esta genealogía se puede plantear como una historia de ciudades. Es una idea muy antigua la de ligar la civilización a la ciudad (de hecho la palabra civilización deriva del latín civitas: ciudad[26]). Aristóteles en la Política I señala a la polis como el lugar de la vida buena. No alcanza con la aldea, que es la primera asociación para defender la vida, sino que para que la vida sea buena es necesario la polis. Desde muy antiguo también ha habido dos discursos, como lo hay para todas las cosas, sobre la ciudad. O la fuente de todos los bienes o la fuente de todos los males. Kusch a lo largo del texto va a parecer que se encuadra en la segunda tradición. Sin embargo, como Sarmiento, donde parece que se trabaja con opuestos y sin embargo hay transiciones, aquí también las hay. Kusch habla de una ciudad agraria que meramente es una simple administración del agro y donde por tanto el hombre vivía expuesto a la ira y la sabía administrar (que siguiendo la tradición de comenzar la historia en “Oriente” Kusch  ubica en Asia) y una ciudad con pretensiones de totalidad, de ser el mundo por sustitución del mundo anterior, un mundo totalmente arti-ficial (ars /facere) hecho por el hombre para sustraerse a la ira. También el Cuzco sería una ciudad del primer tipo (recordemos que el Cuzco era considerado como el omphalos, el ombligo del mundo. “...recién en Occidente adquiere la ciudad la otra dimensión del recinto amurallado, como “polis”, como ámbito cerrado, en el que se refugia el hombre para poner en vigencia su pura humanidad. Más aún, la historia de la especie humana es un juego de la porción de humanidad que se sustrae a la ira para encerrarse en las murallas.” (p.117/105)
Una observación más: el tema de la ciudad, el doble discurso sobre ella, está presente no sólo en Sarmiento sino a lo largo de todo el pensamiento argentino: ya en la exaltación de Bs. As. como centro civilizador, ya en su denigración como corruptor y expoliador de la nación. Esta en Manuel Gálvez, está en Ricardo Rojas, está en Martínez Estrada (La cabeza de Goliat), está en Canal Feijoo ( Teoría de la ciudad argentina, Fundación y frustración en la historia argentina, que distingue entre la ciudad mediterránea y la ciudad puerto). Muchas veces adopta el sentido de qué papel debería cumplir Bs.As. en relación a la nación. Está en el anarquismo en textos como La ciudad anarquista argentina, obra de construcción revolucionaria de 1914, del inmigrante Pierre Quirule, donde se sueña en pequeñas ciudades agrarias autogestionadas, y un extenso etcétera que sería largo enumerar. De paso recordemos lo que era la polis en Aristóteles, una ciudad acompañada de un entorno agrario, una nación de pequeñas dimensiones. No nuestras naciones ni nuestras grandes ciudades actuales.

Volviendo a Kusch y su historia conceptual, veamos como la desarrolla. Sus tres primeros pasos son los siguientes:
Roma y el cristianismo – Venecia y el mercader -  Ginebra y el protestantismo.
En cada caso Kusch va agregando una o varias características que van alejando a la ciudad de la naturaleza. Nos extendemos un poco en este punto:

a) Roma y el cristianismo (La Santa ciudad, Ira del hombre)[27]

El tema que se agrega aquí es el tema de la moralidad como una separación entre el bien y el mal. El párrafo central es a mi parecer el siguiente: Roma no era sólo una ciudad [es decir, como lo era la ciudad agraria]sino también una experiencia profundamente anhelada. (...) servía de instrumento de salvación. Era el triunfo del hombre al cabo de una larga brega, porque era el triunfo de la vida en el recinto amurallado. /  (Lo importante en la ciudad eran ) las murallas. Ellas separaban a la especie humana de todo un pasado de miedos y espantos originales. (Separaban) la ciudad de la anticiudad. En la ciudad se refugiaba una humanidad cabal, vigente y racional. En la anticiudad, en cambio, estaban los miedos originales encarnados en el rayo, el relámpago y el trueno y, detrás, la ira de dios. Adentro se daba la vida, aunque sometida a límites y concretada en moral y conducta. Afuera estaba la otra vida sumergida en el azar de lo fasto y lo nefasto, el ‘maíz’ y la ‘maleza’ y todo ello mezclado con una muerte inoportuna e imprevista. El ciudadano tenía su muerte prevista. Afuera era cosa de morir a la intemperie. (La seguridad material es superficial, no entran en ella la intimidad y la plegaria) Por eso la religión se desvincula de  su dios y se convierte en una forma de conducta... (p.116/104).
Veamos ahora esto a lo largo del transcurso del texto. (La santa ciudad) Kusch comienza esta historia por el cristianismo cuando se introduce en Roma. Decir que comienza, es un modo de decir; vamos a ver como confluyen en realidad un conjunto de elementos que van a dar lugar a esto. El cristianismo introduce la valoración de la humildad y le da por tanto una valoración a los esclavos. Estos al adquirir un valor interior compensan por así decirlo su falta de dominio del mundo. El cristianismo enseña por tanto a obedecer, crea una conducta regulada. Esta conducta regulada es justamente lo propio de la ciudad. Con ello pierde el cristianismo lo que tuviera de religión para transformarse en una ética. Roma es santa no por su religiosidad, ninguna ciudad lo es afirma Kusch, sino por su ética, por la separación entre bueno y malo. (Ira del hombre)  El proceso de la historia humana, de Asia a Europa va mostrando que paulatinamente se va perdiendo la conciencia de una ira de dios (p.117). La ciudad crea un mundo propio. El caballo y la rueda son tomados como símbolos de este proceso de creciente dinamismo. Es en el fondo el escamoteo de la humanidad al miedo de vivir.(...) Al fin el proceso culmina con el milagro griego, con una ciudad sin tierra, en el plano de la creación pura y democrática, con su ferviente culto al hombre.(p.118) Roma es un signo de la universalización del proceso. Se traza entonces aquí una breve historia conceptual de este proceso que no es absolutamente lineal (vean ustedes lo que dice del feudalismo). Nosotros entendemos ira como enojo, pero sería mejor entender, en el título ira del hombre, el sentido que tiene en Platón cuando considera que el hombre tiene una parte inteligible, una irascible y otra concupiscible. La ira es aquello que indica fuerza, capacidad de movimiento (cosa que sucede a veces cuando nos enojan). Me interesa que vean como juega aquí el tema de la religión: esta lleva de la ira de dios a la del hombre, de la religión propiamente dicha a la ética, es una forma de administración de la ira.
El texto por supuesto parece tener resabios nietzscheanos, tanto por la consideración del cristianismo como religión de los esclavos como por la idea de una religión que va más allá de los deseos humanos, que abarca un costado oscuro o trágico y que es luego racionalizada.

b) Venecia y el mercader (El mercader)

Con el Renacimiento y el desarrollo del comercio el proceso se acelera y mundializa efectivamente. Ya en el Exordio Kusch señalaba la importancia de este momento cuando indicaba que uno de los polos de la “dialéctica” americana era el ser o ser alguien ... que descubro en la actividad burguesa de Europa en el siglo XVI, (p.7/20) Ahora lo dice así: El golpe final contra la ira de dios es dado por el mercader. Con el se reemplaza la ira de dios por la ira del hombre en forma definitiva, y se escamotea la posibilidad de una sabiduría. (p.120/107) Kusch utiliza el concepto-imagen del atado de géneros que se expande por el mundo a fin de dominarlo.  Así la ira de dios fue reemplazada por la ira del hombre (...) que proyectaba su perfección en un progreso ilimitado a base de atados de géneros. (p.123/109)
Veamos algunos textos: El mercader y la ira de dios eran ahora una misma cosa, porque ambos tenían un rasgo en común que consistía en que ambos podían crear un mundo. (...) El mercader quería ser alguien frente a la aristocracia feudal. Son también interesantes los textos que relacionan este movimiento con el desarrollo de la filosofía: de un ser pleno, que era la totalidad del mundo en la Antigüedad (esto no lo dice Kusch, lo agrego yo), a un ser que es fundamentalmente Dios en la Edad Media, a un ser que tiene su fundamento en el sujeto con la Modernidad (cuya verdadera expresión es el mercader) hasta llegar a su evaporación en Nietzsche y el positivismo. Para Kusch en Heidegger (recuerden que el tiene en cuenta sobre todo lo que se llama el primer Heidegger) ser es una “aspiración” y a lo sumo se confunde con el ideal técnico y material del mundo. De hecho en el segundo Heidegger la técnica es la expresión del ser en su momento más devaluado u olvidado.

c) Ginebra y el protestantismo (Ser alguien. p.124-127/110-112)

Estas páginas adunan el tema de la moralidad y el trabajo en relación con la creación de la máquina. La moralidad burguesa que acompaña al naciente capitalismo se expresa como esfuerzo y trabajo. Los objetos creados por estos funcionan a modo de compensación y de sublimación de los instintos que son obligados a disciplinarse. En tal contexto aparecerá el desarrollo de la maquinaria como un objeto que crea objetos. Moral y máquina (...) eran de esta manera correlativas. Aquella mueve a los hombres en  el estrecho marco de las calles y esta mueve el acero y los maderos en el pequeño antro de la fábrica. (p.125/111) El vacío dejado por una parte de la vida que se reprime o se niega como inmoral es llenado con la creación y el consumo de objetos. Kusch dice provocativamente: el ciudadano moral cruza la frontera de la buena conducta, para cultivar la inmoralidad en los objetos. (...) los objetos constituyen un mundo que a su vez es sucedáneo del mal (p.126/111)
La transformación del mundo en objetos alcanza al hombre mismo que no sólo se objetiva en el trabajo sino que se piensa a si mismo como objeto: Indudablemente hubo una transferencia de todas las cosas del hombre al campo de los objetos. Mejor dicho, una traducción de la humanidad al terreno de los sucedáneos. Y en esto consiste la cultura moderna, y también su civilización: es la traducción simple de la vida a la mecánica. (p.127/112)
Bajo el punto denominado Objetos y utensilios Kusch nos ofrece una primera reflexión sobre esta tendencia a transformar la vida en objeto (tendencia que denomina patio de los objetos y que abarca también la preponderancia de la ciencia). Someramente dicho esta reflexión, considerando al objeto como un útil, trata de mostrar que la distancia de la prehistoria a la historia no es tan grande. En ambos casos se trata de la creación de un útil que medie entre el hombre y la naturaleza y de ese modo lo ayude en su subsistencia. En la ciudad esa mediación parece hacerse más compleja por lo cual la naturaleza parece soslayada. Pero todo utensilio lleva la marca de un miedo original de vivir y cuanto más grande es el objeto mayor es ese miedo. Por eso Kusch desconfía de la idea de progreso.
No quiero dejar pasar una cita que avala de algún modo mi lectura del ser alguien como una historia de ciudades: Lo único que ha variado entre la prehistoria y la historia del siglo XX es la afluencia de la especie a la ciudad. (p.134/117)
Esta lectura de la evolución técnica, en la cual siempre se dio el hombre agazapado detrás del utensilio, como lo dice en una gráfica frase, lleva a Kusch a reflexionar sobre las relaciones entre la prehistoria y la historia bajo el punto La historia. Contradiciendo lo que les dije anteriormente, vamos a entrar brevemente en este punto. Pero lo voy a hacer transcribiendo algunas citas del mismo:

“Separar la prehistoria de la historia es hacer positivismo o sea entroncar con el pensamiento de una burguesía espléndida.” (p.136/118)
...los historiadores europeos, sólo ven como historia lo ocurrido en un solo vector en los últimos cuatrocientos años europeos o sea todo aquello que favoreció a la cultura dinámica y urbana. El resto ya va contaminado de prehistoria, excepto Grecia, que sirve como mito para la ciudad moderna. Una forma más profunda de ver la historia seria en cambio dividirla en la gran historia, que palpita detrás de los primeros utensilios hasta ahora y que dura lo que dura la especie, y que simplemente está ahí, y la pequeña historia que relata el acontecer puramente humano ocurrido en los cuatrocientos años europeos, y es la de los que quieren ser alguien. La gran historia supone la simple sobrevivencia de la especie. La pequeña, en cambio, surge de la complicación adquirida por el hombre detrás del utensilio grande, que es ante todo la ciudad ...” (p.136/119 subr. del autor)
La diferencia entre ambas historias se hace irremediable a veces, porque la historia grande, la del hacha de piedra o la del gliptodonte, responde a una simple y muy profunda vivencia humana que persiste aún hoy en día en las tribus del Amazonas y también en las masas de las grandes ciudades. Ella comprende el episodio total de ser hombre, como especie biológica, que se debate en la tierra sin encontrar mayor significado en su quehacer diario que la simple sobrevivencia, en el plano elemental del estar aquí.
La historia de Napoleón [es decir, la pequeña historia de los individuos célebres], en cambio, tiene algo de esa soberbia propia del plano del ser alguien, porque pertenece a una elite que finge la ira divina y sustituye a los dioses, fomenta la industria y el comercio y se radica en las capitales. A ella nada le importa la gravitación de la especie que alentaba, por ejemplo, en las masas que acompañaban a Napoleón en sus luchas, o a todos aquellos que seguían a San Martín y que luego fueron los montoneros. La pequeña historia es la de la elite, que supone estar moviendo a la masa de la gran historia. (p.137-138/120, subr. del autor)
 “Prehistoria e historia, reflejadas socialmente como masa y elite, no son solamente continuas sino que están vinculadas. Los movimientos sociales de Europa (...)[28] se deben a una franca necesidad de ajuste entre la gran historia del gliptodonte [así denomina Kusch a lo que se suele ver en la prehistoria], que sigue viviendo en los suburbios de sus grandes ciudades y la pequeña historia de Napoleón.”  (p.139/121, yo subr.)
Hablando de uno de estos movimientos sociales, el comunismo, luego de señalar las raíces burguesas del pensamiento de Marx, prosigue: Y es natural que el planteo se hiciera sobre la base de la mala distribución de la riqueza. El dogma que la especie o el residuo, o el proletariado o el indio, como quiera llamársele a la masa [hoy hablaríamos de los excluidos del sistema], pueda esgrimir contra la elite, tiene que utilizar los conceptos de riqueza, que son los mismos que esgrime la elite europea. Eso no significa que lo que llamamos especie, la de la gran historia, tenga como único planteo el de la riqueza. Supone en verdad muchas otras cosas, como ser comunidad, amor, religión o lo que fuera, o sea todo una serie de conceptos vitales que la elite ha concretado en términos demasiado limitados e incluso ha excluido de su lenguaje oficial. La masa supone muchos más elementos que la elite, porque ella representa el mero estar en el sentido del estar aquí del indígena nuestro o del uno anónimo de la gran ciudad. Ambos sobreviven en la misma dimensión que la especie.
(Si antes hemos indicado la influencia de Nietzsche en Kusch podemos decir que en este punto es completamente contrario a Nietzsche).
Y prosigue sobre la idea de fecundidad y creatividad del término primero en las dicotomías “masas-elites”, “especie-individuo”: “La elite por estar ya concretada carece ya de originalidad. / De ahí entonces la crisis. En el sector residual se juegan las verdades estables del estar, en el plano de la pura planta que crece[29], y en la elite las verdades inestables del ser, en el plano del objeto acabado.” (p.139-140/121).
Ella (la elite) ha perdido el patrón para medir con exactitud el simple hecho de vivir, porque reemplazó a este por sucedáneos. El mundo de la técnica, la cultura, la economía, así tomados, como especialidades, son sucedáneos que reemplazan hechos profundos e inconfesables de la simple vida. A fuer de barajar sucedáneos se ha perdido de vista al hombre. Y este sólo reaparece cuando se lo toma desde el ángulo de la gran historia, una historia de la especie, que aún no ha resuelto sus problemas profundos, porque sólo se han beneficiado determinadas capas sociales que hicieron la pequeña historia. Mejor dicho, el hombre ha quedado como residuo, llámesele proletario, indio, oriental o polinesio. Son los que están al margen, pero aún así elaboran el viejo tema de ser hombre sin sucedáneos. (p.141-142/122)

Algunos comentarios sobre esto que les he leído:
a) En el texto anterior a este último, el texto que habla de que el estar guarda más posibilidades que el ser, la masa más originalidad que las elites porque ellas han concretado ya sus posibilidades, podemos recordar aquello que les he dicho sobre Simmel al comienzo de la conferencia: hay un desfasaje entre subjetividad y objetividad, entre la cultura y la vida. La vida es siempre fluyente mientras que la cultura es una forma o concreción de ella. Si bien hay en ciertos momentos una correspondencia vida-cultura, el fluir que es la vida termina por erosionar tal correspondencia. La cultura entonces se esclerotiza, no es más que una seudoestructura vaciada de sentido. El alma viviente ya no se expresa en ella y debe buscar nuevas formas. En realidad hay aquí una vieja discusión sobre quien es el sujeto activo de la historia, cuales son los agentes que hacen marchar la historia, discusión que por hacerla remontar a algún sitio, podemos hacerlo nuevamente al Hegel de la Fenomenología del Espíritu, al tema de la dialéctica del Señor y el Siervo. Ustedes saben que allí la historia, la dialéctica, avanza a partir del Siervo. El Señor parece originariamente alcanzar su autoconciencia (su humanidad, podríamos decir) ya que no ha temido morir en aras a su reconocimiento, ha superado así su vida meramente biológica. Pero recae en ella  ya que meramente goza de las cosas que le suministra el esclavo y tampoco alcanza su reconocimiento en otra autoconciencia (en otro hombre) porque el siervo no es prima facie una autoconciencia (es todavía un animal, no un hombre). La satisfacción del señor es entonces todavía apetencia que es la fase previa a la autoconciencia. El siervo en cambio, quien ha temido por su vida biológica y se ha sometido, será con su servicio (el trabajo) quien hace avanzar la historia. Porque el trabajo es apetencia retenida y formando el mundo y a sí mismo, a través de esta formación del mundo, supera, va más allá de su vida biológica o mera animalidad.
Ahora bien, esto no es más que una figura que a Hegel le sirve para explicar el paso de la conciencia a la autoconciencia; hay autoconciencia en principio cuando hay más de una conciencia y esa autoconciencia será plena cuando haya un reconocimiento mutuo. Este reconocimiento mutuo es lo que Hegel llama Geist, Espiritu. Un yo que es un nosotros y un nosotros que es un yo según ya lo hemos dicho. Pero en la dialéctica del Señor y del Siervo vemos que esto no se produce, por eso no hay plena autoconciencia y la fenomenología recurrirá a otras figuras. En las Lecciones sobre Filosofía de la historia Hegel abandona este esquema: si bien la historia es el desarrollo de la autoconciencia explicitada ahora como progreso de la libertad, sus agentes principales son otros, a saber, los Espíritus de los pueblos (siempre hay uno que “marca la punta” y lleva adelante la idea de la libertad) y dentro de ellos los grandes hombres de un pueblo (cfr. Cap. “La idea de la historia y su realización”)
Marx retomará sin embargo esta figura de la Fenomenología (aunque, según él, no como expresión especulativa sino como historia real del hombre). En él será el proletariado quien hace avanzar la historia ya que la burguesía que ha aniquilado todos los modos de producción anteriores y revolucionado todos los modos de vida no puede suprimir la propia contradicción que la constituye como tal: su oposición al proletariado. De allí que la burguesía haya producido “sus propios sepultureros” como dice El Manifiesto Comunista. “De todas las clases que hoy se enfrentan con la burguesía sólo el proletariado es una clase verdaderamente revolucionaria. Las demás clases van degenerando desaparecen con el desarrollo de la gran industria; el proletariado en cambio es su producto más peculiar.” (cap.1)
En Nietzsche en cambio sabemos la importancia que adquiere la figura del “hombre superior”  como creador de valores y su desprecio por lo que denomina “moral de los esclavos”. Estos sólo pueden crear valores a partir del resentimiento. Como lo señala la III Intempestiva la creación del genio es la finalidad de toda cultura, es con él que la naturaleza, que nunca da saltos, da su único salto. Por ello en un texto de Aurora, que Kusch cita críticamente, AP 128/113, este llega a proponer, en ese estilo hiperbólico propio de Nietzsche, la esclavitud de todos los pueblos del mundo en aras de la creación del superhombre europeo. Ello no significa, para Nietzsche, que de hecho la historia marche inexorablemente hacia la creación de los hombres superiores. Estos también pueden ser vencidos por los hombres del resentimiento, por el “rebaño”, debido a múltiples factores entre los que no está exento cierto agotamiento de las clases superiores. Ya sucedió esto en la historia cuando Roma fue vencida por el cristianismo y puede volver a suceder.
Esta discusión proseguirá en los pensadores sociales de fines del siglo 19 y comienzos del 20 a los cuales hemos hecho referencia anteriormente, claro está que en cada caso dentro de sus propias modulaciones conceptuales.
Así por ejemplo en Spengler no hay historia universal. Nosotros desde la posmodernidad podríamos pensar aparentemente lo mismo. No hay una historia única sino miles, tantas como los historiadores nos quieran contar. Pero no es este el sentido en que Spengler lo dice. Para él hay historias de las culturas. Y cada cultura es como una planta diferente. Tiene su propio ciclo de nacimiento, maduración y muerte. Por tanto no hay más que analogías entre las diversas culturas
Uno podría pensar que esta discusión sobre los agentes activos de la historia es tal vez una falsa discusión y la historia avance, si es que es valido tal concepto, ya por los individuos, ya por las masas; que los procesos microscópicos preparen los macroscópicos y estos sostengan y condicionen los primeros. Kusch señala en una nota, como la sociología moderna, y los nombres que cita son todos autores alemanes –Manheim, Scheler, Alfred Weber, Max Weber, podríamos decir todos los pensadores sociales alemanes que hemos nombrado-, están fuertemente influenciados por el concepto de elite y preocupados por el advenimiento de las masas. Esto ha sido más modernamente expuesto en el libro de Fritz Ringer, El ocaso de los mandarines alemanes. Que Kusch retome aquí este concepto de elite (lo usa unas veinte veces en seis páginas) demuestra que es con ellos y contra ellos en quienes está pensando.
b) En estas citas vemos entonces el interés de Kusch de considerar la historia del hombre desde el punto de vista de la especie y no desde el punto de vista de los logros de la civilización. A lo sumo se valorarán estos logros en relación o en la medida que ellos incidan en la supervivencia de la especie. Inútil es decir la modernidad de este planteo de Kusch: la historia de la larga duración, la historia vista desde el punto de vista del hombre común, la historia ecológica de la humanidad y otras formas de considerar la historia han caminado en el sentido que Kusch señala aquí. No tratamos aquí de señalar prioridades sino de indicar sentidos que han sido incorporados al modo de considerar la historia por los historiadores.
Demos una cita última sobre esta perspectiva de Kusch: “Así reencontramos el tema planteado en el viracochaísmo. Quizá la manera de concretar esta oposición entre gran historia y pequeña historia, ira de dios e ira del hombre, masa y elite o residuo y casta no encuentren mejor significado que éste, cuando opusimos el estar al ser. En cierta manera es como si justificáramos eso que occidente nunca quiso justificar y es el residuo, la masa, el indio o el proletario. Es encontrar una ley para esa masa humana que no irá en los cohetes interplanetarios y que deberá quedarse y seguir en la brecha, comprometida con su mísero estar aquí.(p.142/123, Kusch subr.)
En lugar de una descripción mas detallada de este punto preguntémonos qué papel juega esta reflexión sobre la historia en este lugar del libro. El texto habla de la reversión del ser al estar en el plano de la historia y esto es claramente un anticipo del capítulo siguiente (Los profetas del miedo) donde comienza a hablarse del encuentro del ser alguien europeo con el estar americano a partir de la conquista de América  (ver sobre todo su introducción, p. 146-147/126). Todo esto se retomará nuevamente en el libro III en el que se introduce la idea de  fagocitación.  De hecho en el punto siguiente de este mismo capítulo, El ser alguien, ya se habla de esta reversión. Es un punto en cierto modo conclusivo y que abre a reflexiones posteriores. Lo único que quiero destacar de él, cosa que Kusch ya viene diciendo en los textos que cité, es que el estar no es entonces solamente una categoría que sirve para América sino que sirve para señalar una forma de existencia humana que se encuentra en la misma Europa y en sus mismas grandes ciudades.

d) El ser alguien en América (Los profetas del miedo)

Bajo el título de Los profetas del miedo Kusch traslada esta historia del ser alguien a América. Son los profetas del miedo porque traen el miedo a los otros (destrucción de las sociedades americanas) y porque ellos mismos llevan el miedo dentro. Anuncian el miedo porque están imbuidos de él. Luego de una introducción en que se plantea algo así como una filosofía de la historia, el significado profundo del ser y el estar para la gran historia, Kusch retoma la historia del ser alguien comenzando por  Colón, sigue con Pizarro donde evalúa la situación de España con relación al tema y finalmente bajo el título Puritanos termina en USA. En cada caso Kusch va agregando cosas y haciendo observaciones, agudas o no tanto, pero no podemos entrar en ellas.
En realidad esta historia tiene una tendencia hacia la Megalópolis, la ciudad que abarque el mundo donde el temor hacia la naturaleza sea vencido por la eliminación de la misma. (p.131/115, final de El patio de los objetos). Kusch toma este término de Lewis Mumford (1895-1990), filósofo social, historiador y urbanista estadounidense. Brevemente digamos que Mumford sostenía que la cultura tecnológica había deshumanizado a la sociedad y que había que volver a una perspectiva que situara las emociones, la sensibilidad y la ética en el centro de la civilización. Escribió asimismo sobre arquitectura y urbanismo. Editó varias publicaciones como la Sociological Review (Londres, 1920). Entre sus obras se encuentran The Culture of Cities (La cultura de las ciudades, 1938), Condition of Man (La condición humana, 1944), The City in History (La ciudad en la historia, 1961), Interpretations and Forecasts (Interpretaciones y previsiones, 1973) y Sketches from Life (Bocetos de la vida, 1982). Es la primera obra de Mumford, traducida por Emecé, la que Kusch cita. Las citas están en las notas, ps. 116, 118 y 131
Toda esta segunda parte trata el tema del ser alguien que se desarrolla como creación del objeto en sustitución de la vida. En realidad como sublimación de la vida. El objeto adquiere preponderancia no sólo como objeto material, como objeto de confort, como objeto que da seguridad, sino también como “objetividad”, como modo de ver las cosas separadas del sujeto, como la posibilidad de determinarlas para manejarlas. El ser mismo del hombre es determinado como objeto por las ciencias y como posible de manipulación. El mismo concepto de ser de la filosofía es un concepto dependiente de esta forma cultural de ser alguien.
Kusch maneja una matriz energético-vitalista que se encuentra en los pensadores alemanes de fin del siglo 19 y comienzos del 20. Hay que ir allí a buscar las fuentes de Kusch.
Para hablar del pensador más conocido en nuestra época podemos decir que esta dupla kuscheana entre estar y ser alguien podría buscar antecedentes por ejemplo en Nietzsche y su diferencia entre lo dionisiaco y lo apolíneo. Dionisos era el dios del vino y la fecundidad de la naturaleza y Apolo, el dios de la luz y el orden. Lo dionisiaco representa la vida misma en su barbarie, en su fuerza brutal y lo apolíneo la construcción de formas, el triunfo de la razón, De más está decir que Nietzsche coloca lo dionisíaco como lo básico, la vida que está más allá del bien y del mal y que debe aportar su fuerza para la construcción del super-hombre, del hombre que vaya más allá del hombre actual.
De paso digamos que los marxistas negaron a Kusch por esta matriz, que abominan de Kusch por su vitalismo, y que lo asocian al irracionalismo y la derecha. Sin embargo  algo de esta concepción energético-vitalista está presente en Marx cuando considera el valor de los bienes por el valor trabajo y este por el tiempo socialmente necesario para producirlos. Este tiempo de trabajo es para Marx energía humana objetivada y su valor lo determina las necesidades del grupo social como un todo. Es decir que hay en Marx un concepto de energía (el habla inclusive de gasto de fuerza de trabajo) y de necesidades vitales del grupo social.
Observemos también que la idea finisecular de que la civilización, el progreso, ha traído no sólo bienes sino también males, es una idea común en los pensadores alemanes de fines del siglo 19 y comienzos del 20. Nuevamente por citar autores que actualmente tienen buena prensa se puede encontrar en Freud en textos como El malestar en la cultura.
Finalmente podemos decir que Kusch, en su diálogo con Heidegger, lo acusa de hacer en Ser y Tiempo en principio una fenomenología del estar (cuando éste parte del hombre medio) pero que cuando introduce la vida auténtica reintroduce el tema del ser alguien. Sin embargo la relación de Kusch con Heidegger es más compleja, como lo he indicado antes, ya que uno podría encontrar el tema de la autenticidad en Kusch mismo cuando hablará en otras obras de la decisión por América.

Libro III. Sabiduría de América


El libro tiene dos items principales: Fagocitación y Sabiduría de América.
Veamos el primero:
Comienza analizando el concepto de fagocitación y retoma por otro lado el hilo de la historia conceptual que viene relatando con el nacimiento de las naciones sudamericanas. No es casual que, dentro de la estructura del libro, Kusch una la resultante de los libros anteriores (estar y ser alguien) que llevan a su concepto de fagocitación, con ese otro hilo histórico que viene siguiendo que sería “el ser alguien” entre nosotros. Porque si la fagocitación es un proceso según el cual lo que creamos, resulta ablandado y sin tensión (p.157/134), la creación de nuestras naciones es algo así como “sellos de papel”. Comienza analizando el papel de la meseta peruano-boliviana en las guerras de la independencia y como ello marca el sentido de las nuevas nacionalidades (p.161/137), luego la inmigración y finalmente la geografía humana de las naciones americanas donde la diferencia entre la costa y el interior marca las diferencias entre el estar y el ser alguien. Así la división típicamente peruana entre costa y sierra se repite en cierto modo en otros países.
Finalmente intenta mostrar que el concepto de fagocitación es un concepto aplicable a las culturas en forma universal y no sólo americana. El filósofo griego Anaximandro creía que todas las cosas nacían de lo ilimitado y volvían a ello; el filósofo alemán Spengler creía que toda cultura tenía una edad: nacimiento, crecimiento, madurez y muerte. Kusch cree que esta visión organicista del mundo es una visión arcaica que mantienen los pueblos originarios. Por ello en el subtítulo ¿Qué es fagocitación? comienza desarrollando una síntesis de la visión del mundo indígena (síntesis que aporta más claridad a la exposición teológica de la primera parte) donde se muestra que la creación del mundo por Viracocha es siempre la de un orden transitorio con la finalidad de mantener la vida, orden que no suprime realmente el opuesto o el mal. En Occidente en cambio se quiere crear un orden absoluto y de allí su endeblez final; no es más que una forma de ser pero que no se apoya en el estar más abarcativo. Desde aquí Kusch juzga sumariamente un conjunto de producciones intelectuales del siglo 20  europeo que de algún modo son una revuelta contra el ser alguien pero no terminan de serlo. Un último concepto-imagen que aparece es el del ciclo del pan opuesto al del ciclo del mercader. El primero es el ciclo del estar o del mero vivir, el segundo el ciclo del ser alguien, o el esfuerzo y la tensión. Veamos algunos textos:

El verdadero secreto de la fagocitación está en nosotros mismos, en la trampa de nuestra intimidad y en tanto somos los anónimos, o, mejor, el pueblo de América. Ser anónimo o pueblo consiste en estar siempre por debajo del ciclo del mercader, en ese punto donde se retoma el antiguo ritmo biológico y prehistórico. Es el ciclo del pan, que traduce esa condición profunda del mero estar aquí, que no sólo se da en la campaña, sino en el fondo de la ciudad donde también se vuelve a tender un puente con la especie.(...) Es el anonimato que impone el número de la ciudad y el que nos hace andar también a nosotros, los de la clase media, como parias por sus calles, sintiendo ese lento y monótono correr de la sangre por las venas, dispuestos a sacrificarlo todo con tal de tener nuestro pan diario, nuestro amor y nuestra paz. / Así encontramos en el pozo de la ciudad nuestro ciclo del pan, el amor y la paz, viviendo a hurtadillas y en cierta manera como hedientos, porque eso no es el ciclo puro del mercader, ni tiene la ira del hombre, sino sólo  ese constante afán de estar simplemente.  (p.185-186/155)

El segundo item, Sabiduría de América, es muy difícil de sintetizar. En el se retoman entremezclados los conceptos del pensamiento indígena con reflexiones sobre los argentinos. Algunas agudas, otras no tanto, según el gusto de cada cual. Es un elogio de la vida que concilia los opuestos y un elogio del hombre común. Hay en él un fondo de escepticismo. Si la fagocitación es considerar la realidad desde el punto de vista de la vida y por lo tanto desde los opuestos, nada es eterno sino que se resuelve en una alternancia. Nuestro escepticismo consiste en hacer que creemos en las cosas, en los planes y proyectos pero en mantener por debajo que todo ello es efímero. Saber que todo orden no tiene otra finalidad que mediar entre el orden y el caos con el fin de que se de “el fruto” (término que Kusch toma del análisis del yamki), esto es, la posibilidad de que se dé la vida más que la muerte y ello supone retomar un camino interior, una decisión personal que se asume vitalmente.
Creo que, y esta indicación puede orientarlos en la lectura del libro, hay aquí hay dos ideas de moralidad que se dan a lo largo del texto: una es la moralidad extrema que niega la vida como mal, que termina en algo así como la histeria y la locura. Otra la idea de una moralidad que consiste en saber la relatividad de lo que el hombre hace, que no suprime la oposición sino que trabaja a partir de ella buscando un camino que no dudaré de llamar pragmático.
Leamos el final: “América supone la pesada tarea de ser humano y haber hecho un límite con el caos y con las cosas, para buscar un camino interior que nos conduzca a la verdad primera de la vieja sangre. Como si recordáramos que aquí constituimos una prolongación de la especie, en la que persisten los antiguos problemas de siempre...(...) Quizás sea nuestro destino el de volver a ser aquí hombres sin sucedáneos, porque ese es el destino de América: la comunidad y la reintegración de la especie. Así lo expresa –aunque con otras palabras-, el mismo yamqui Santa Cruz Pachacuti.” (p.221-222/181-182)
(Para mayor comprensión de lo dicho se sugiere remitirse al texto que fue leído en su integridad).

Quiero hacer una pequeña reflexión sobre mi imposibilidad de hacer una síntesis feliz de esta última parte. Kusch diferencia en otra obra, La negación en el pensamiento popular, entre juicio científico y juicio popular. Mientras el primero se refiere al ser (es decir delimita el objeto, nos dice su esencia) y deja de lado la emocionalidad y lo no definible, el segundo se refiere al estar, apunta a un “esto creo” en que se afirma el vivir. Yo creo que esta última parte está escrita un poco desde este segundo punto de vista. Es lo que pasa cuando uno lee a Confucio. Parece un conjunto de vaguedades desde la que se puede decir cualquier cosa. Y luego se pasa a cosas concretas pero que no se desprenden tan lógicamente de lo primero. Subrayo la palabra “lógicamente”. Es decir uno podría haber deducido eso u otra cosa. Lo mismo pasa aquí: desde cierta sabiduría arcaica que uno puede encontrar en forma general en otros lados (y Kusch no reniega de ello) surgen un conjunto de observaciones profundas y agudas sobre los argentinos. Pero la mente no puede disfrutar plenamente de cómo se pasa de uno a otro, parece ciertamente lo contrario de un pensamiento matemático. Y digo “parece”, porque también la matemática se apoya, de últimas, en ciertas intuiciones.
El juicio popular se asienta en algo que Kusch llamó “el operador seminal”. El término operador, pudo haber sido tomado de Lévi-Strauss, quien en El pensamiento salvaje habla de operador totémico. Este sería un esquema clasificatorio que permite captar el universo natural y social en forma de totalidad organizada. Insiste en el carácter lógico y clasificatorio de tal operador, en ser instrumento de conocimiento. Kusch le agrega en cambio el término seminal a tal operador. El operador seminal más que clasificar y organizar el universo es un centro energético desde el cual se da un sentido al vivir, sirve para afirmar al sujeto. Esta última parte del libro parece estar escrito desde un operador seminal. Si mi excusa para no brindarles una buena síntesis de esta ultima parte no los convence por lo menos habrán escuchado algunos conceptos más de Rodolfo Kusch.



[1] Desarrolla aspectos de una interpretación psicológica Carlos M. Pagano Fernández, Un modelo de filosofía intercultural: Rodolfo Kusch (1922-1979). Aproximación a la obra del pensador argentino, Aachen, Concordia, Monographien t. 26, 1999, cap. I.
[2] Fue agregado a partir de la cuarta edición.
[3] Al nombre de cada uno de estos autores que Kusch cita le agrego entre paréntesis, a modo de ejemplo, uno de sus libros significativos sobre el tema, todos anteriores a América Profunda; lo cual no significa que no pudieran citarse otros, ya anteriores ya posteriores al libro de Kusch.
[4] Otto Pöggeler, “Heidegger, hoy” en Cuadernos de Filosofía, Fac. Filosofía y Letras, UNBA, año 11, n° 15-16, 1971.
[5] Doy en esto los términos de la traducción de Gaos (algunos de ellos han sido recusados) ya que fue esta por mucho tiempo la única traducción de Ser y Tiempo al castellano.
[6] PIPA = El pensamiento indígena y popular en América, 3 edic, Bs.As., Hachette, 1977.
[7] Citado por Julián Marias, El existencialismo, p.46.
[8] Logos. Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Bs.As. año 4, n° 7, Bs.As., 1945. p.205-208.
[9] Vid, Sada, Los caminos americanos de la filosofía en Rodolfo Kusch, Bs.As, García Cambeiro, 1996, p.101, n. 18.
[10] Martínez Estrada utilizará esta idea en su Radiografía...en su capítulo “Seudoestructuras. I. Las formas.” Pero entre nosotros ni siquiera las estructuras son fruto de nuestra vida: “nosotros hemos construido por influjo de hombres de talento, de la variada y contradictoria aportación del inmigrante y de la adaptación del nativo, falsas formas que no concuerdan ni con el paisaje ni con el volumen total de la vida ni con su orientación nacional, dando una resultante asintótica  que constantemente fuerza a la figura obtenida a tomar un cariz herético y cismático. (...) En lugar de la formación cristalográfica, la imitación de fábrica.” Esta idea pasa claramente a Seducción de la Barbarie. Kusch publica en Contorno, n° 4, 1954 un artículo titulado “Lo superficial y lo profundo en Ezequiel Martinez Estrada”. Muy rápidamente dicho rechaza la condenación de lo telúrico en M.Estrada pero le reconoce haber advertido esta dimensión por la cual resultan falsas todas las formas europeas implantadas.
[11] GHA = Geocultura del hombre americano, Bs.As., García Cambeiro, 1976.
[12] En PIPA Kusch utiliza el termino aymara que parece ser la trascripción más correcta.
[13] Una posición distinta a esta se sostiene en Pagano, op.cit., 227.
[14] SB = La seducción de la barbarie. Análisis herético de un continente mestizo, 2 edic., Fundación Ross, sin fecha y lugar de edición. (¿Rosario, 1983?).
[15] “En las revistas y libros jóvenes que me llegan de la Argentina encuentro –respetando algunas excepciones- demasiado énfasis y poca precisión,  (...) Nada urge tanto en Sudamérica como una general estrangulación del énfasis”. “Son ustedes más sensibles que precisos, y mientras esto no varíe dependerán ustedes íntegramente de Europa en el orden intelectual (...) Porque al ser sensibles, toda idea graciosa y fértil que se produzca en Europa conmoverá (...) el fino receptor que es su organismo, pero al querer reaccionar frente a la idea recibida –juzgarla, valorarla y oponerle otra- encontrarán ustedes dentro de sí esa impresión, esa vaguedad (...) esa falta de criterio certero, firme, seguro de si mismo  que sólo se obtiene mediante rigorosas disciplinas.” (Meditación del pueblo joven y otros ensayos sobre América, Madrid, Alianza, 1981, p.68-69).
[16] Diego Vechio: Macedonio Fernández: la filosofía a garrotazos en Daniel Attala, editor: Impensador mucho. Ensayos sobre Macedonio Fernández, Bs. As., Corregidor, 2007, p.179 ss.
[17] “Sobre la filosofía en Iberoamérica” en Fco. Romero: Filosofía de la persona, Bs.As., 1944.
[18] " ...conviene revisar un poco esa realidad un poco fotográfica e inteligible en que nos vemos, en la cual todo se halla inteligentemente clasificado y donde los bárbaros son bárbaros, los civilizados son civilizados, y donde Dios ocupa su trono y el diablo su infierno. Es probable que Cristo y el diablo sean dos hermanos gemelos como piensan los indios, y también lo es que bárbaros y civilizados sean la misma cosa.
Hacer esto es difícil. Pero de ahí la tesis de una búsqueda de los dioses. Un dios, cualquiera que sea, siempre concilia opuestos, porque implica una apelación a la vida y brinda la posibilidad de volver a crear un nuevo sentido para este nuestro mundo ingenuamente repartido entre lo blanco y lo negro. Necesitamos renovar el sentido de nuestra realidad, y nada mejor que apelar entonces a una pura vida poblada por dioses." (Prólogo, p.18 en Indios, porteños y dioses, Bs.As., Sec. de Cultura-Biblos, 1994).
[19] AP, lib. II, final cap. Ser alguien, nota, p.144.
[20] Puede para el caso verse Geocultura del hombre americano, en III: “Cultura y lengua” y en IV: “El vacío intercultural” donde habla de una convivencia.
[21] Sada, op.cit., p.231. Allí contrapongo esta imagen con que comienza América Profunda con la imagen que presenta Murena en El pecado original de América de la Plaza de la Signoria en Florencia como plenitud de lo humano.
[22]“No puede entrar en los problemas propios de la presente investigación la exégesis de los diversos modos del “encontrarse” y sus relaciones de fundamentación.” (...) “Con vistas a la ulterior exégesis de un encontrarse fundamental del dasein, de singular importancia ontológico-existenciaria, la angustia (cfr. 40), va a exibirse en forma aún más concreta el fenómeno del ‘encontrarse’ en el modo preciso del temor (miedo).” (Ser y Tiempo, § 29).
[23] Este no ser no sería sin embargo el no ser absoluto (la nada) sino más bien, siguiendo en esto las sugestiones de Marc Augé, algo semejante al “en si” sartreano, pura materialidad. Digamos, de paso, como dato curioso, que Kusch tiene entre sus escritos tempranos una reseña del libro de Robert Campbell, Jean-Paul Sartre o una literatura filosófica, traducción de Ruiz Llanos y editado por Argos en 1949. En este libro se exponen los principales conceptos de Sartre (del Sartre de El ser y la nada) mediante sus textos literarios. La reseña de Kusch (rev. Realidad, n° 16, julio-agosto 1949) no deja muy bien parado a Sartre como filósofo: “...creemos que el sistema de Sartre no vale por ser sartriano. Sabemos de donde procede la maquinaria interior de su filosofía. Por otra parte lo que queda como propiamente original de Sartre escapa a toda premisa filosófica.”
[24] Reaparece el término en un inédito de Kusch, Charlas para vivir en América, dentro de la sección “El hombre y su alimento”, directamente como un capítulo titulado “La ratería sagrada”. Tales Charlas están actualmente editadas en Kusch, Obras Completas, Rosario, Fundación Ross, 2007, t. I.
[25] En Sada, op.cit., p. 96, n.10 explicito porque utilizo este término  de “genealogía” relacionado ciertamente con el pensamiento nietzscheano. Aquí simplemente me interesa contraponer la descripción del estar propia del libro I con el desarrollo genealógico propio de este libro II sobre el ser alguien. Estatismo y dinamismo propios de cada uno de ellos se reduplican en la exposición de los mismos.
[26] Sería interesante saber si civitas (ciudad), civis (ciudadano), civiliter (civilmente, moderadamente, dentro de las formas legales) derivan del verbo cieo/cito cuyo perfecto es civi/citavi que significa “poner en movimiento” : también adverbio cito (rápido), participio pasado citus (pronto, rápido, precipitado). En griego seguramente kίnhsiς = movimiento.
[27] Coloco entre paréntesis los subtítulos del texto de Kusch.
[28] Kusch ejemplifica aquí con el comunismo y el fascismo; no se deben, dice, sólo a la influencia de un partido político, como suele atribuirse. Actualizando las cosas nos podríamos referir actualmente a la inmigración de africanos y asiáticos a Europa.
[29] Esto dará más adelante también origen a ciertos conceptos: pensamiento seminal (de semina = semilla) opuesto a pensamiento causal. Para decirlo un poco rápidamente el pensamiento seminal ve las cosas como desarrollo orgánico y no como mecanismo.